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Por qué el Real Madrid siempre está ahí

Lampard lo definió en la víspera como ética del trabajo. No es que eso sea algo exclusivo del Madrid, pero sí es algo permanente en su empeño. Por undécima vez en las últimas trece ediciones está en semifinales de Champions, ya veremos si ante Haaland o ante el Bayern. Y está ahí por lo que podríamos conocer como su insistencia en la excelencia. Con Alfonso XIII fue el primero en ganar la Copa tres veces consecutivas (en realidad cuatro), con la República ganó dos Ligas y dos Copas (el Barça ni una ni otra), con Franco reventó la Copa de Europa, donde el general gallego no podía ni asomarse. De entonces acá, ya ves, Laporta…

Buscar en los éxitos del Madrid favores institucionales es una obsesión cateta que a lo más que puede llevar es a pagarle a un oportunista como Enríquez Negreira para bizcochar los arbitrajes, cosa que ni sé si estaba a su alcance ni me importa. Si lo pagaron tanto tiempo durante cuatro mandatos presidenciales sería porque lo encontraban útil, pienso, pero prefiero recordar el buen Barça de aquellos años. Lo que encuentro directamente necio es excusar aquello en el “somos lo que somos y representamos lo que representamos”, que no sirve más que para arropar bajo conceptos que se pretenden elevados un propósito indecente.

El Madrid va por otro lado. No pretende hacer un fútbol que saque almas del Purgatorio, simplemente trata de hacer bien la tarea, al sol o a la noche, con hierba alta o baja, en el Norte embarrado o en el Sur seco y duro. La ética del trabajo, que dijo Lampard en la víspera. Así ha eliminado en serie de Europa a los mejores de la Premier en unos pocos meses, y así va a afrontar, si el Bayern no lo remedia, su enésima semifinal contra el equipo de Guardiola, que agotadas otras galas con que vestirse ha fichado a Haaland, esa especie de ‘Gran Berta’ que podía cañonear París desde decenas de kilómetros. El Madrid pasará o no pasará, pero siempre está ahí.