Óscar de Marcos, leyenda
Esta semana Óscar de Marcos ha anunciado que se retirará a final de temporada. Lo ha hecho como su carácter nos hacía prever, sin dramas, ni exageraciones, ni palabras cargadas; dando las gracias y valorando los muchos regalos que dice que el ser parte del Athletic Club le ha permitido recibir de la vida durante estas dieciséis temporadas que lleva en el primer equipo. En total ha disputado —por ahora— 561 partidos, con los que se ha convertido en el segundo jugador que más veces ha defendido la camiseta rojiblanca (¡y de qué manera!) en la historia, solo detrás de Jose Angel Iribar.
Ayer San Mamés le dedicó la primera de todas las ovaciones que vendrán de aquí a junio, un aplauso sostenido y feliz, en un día en el que todo era celebración. Yo vi el partido en televisión. Cuando la cámara enfocó su rostro mientras se retiraba al túnel de vestuario, pensé cómo hará el bueno de De Marcos para contener toda la emoción que seguro que latía en ese momento en su pecho.
Ha sido precioso, por otro lado, leer y escuchar algunos de los comentarios que muchos columnistas le han dedicado esta semana. Todos coincidían en que De Marcos encarna mejor que nadie lo que un futbolista del Athletic Club debe ser, los máximos valores de la entidad, que incluyen lealtad al club y buenismo fuera del campo.
Con De Marcos sucede lo mismo que con tantas buenas personas, que subrayando su carácter olvidamos recordar su talento, cuando ambos son dos caras de una misma moneda. Digámoslo bien claro: De Marcos es un jugador mayúsculo. Seguramente no es el más hábil con el balón, pero esto no va de malabares. Su orden e inteligencia táctica, su capacidad de sacrificio y la influencia en el grupo lo han convertido en un jugador de leyenda. A veces, viéndolo jugar, me he llegado a preguntar si este hombre rompe el segundo principio de la termodinámica, encarnando el movimiento continuo.
Ayer una pancarta en el estadio pedía al árbitro que no pitara el final, porque De Marcos se retiraba. Sospecho que el eterno movimiento del lateral no se detendrá con su adiós en el campo. Porque vino de la grada y a la grada regresará y ahí es donde, cada día, se engrandecerá su ejemplo y también su leyenda.
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