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El ahora del míster

Un tópico de la autoayuda establece que es necesario (para alcanzar el bienestar emocional, dar todo de uno mismo y esas paparruchas) centrarse en el presente. Cogiendo un poquito del estoicismo y otro poco del epicureísmo, ciertos coaches vienen a decir que pasado y futuro son dos fantasmas que nos descentran de lo inmediato, donde hemos de focalizar todos nuestros esfuerzos si queremos ser exitosos. Sería algo así como el “partido a partido” del Cholo Simeone, versión tú-puedes-con-tu-vida. En realidad, como casi todo lo que se afirma en la consultoría emocional, esto no deja de ser una verdad a medias, pues el presente está condicionado por el pasado (no existe una casilla de salida en el tablero de la vida) y se proyecta en el futuro. Fugaz es, como afirmó el poeta, la palabra ahora, pues cuando es pronunciada ya quedó atrás.

Sin embargo, es cierto que en algunas profesiones el ahora parece ser lo único que cuenta. Pensemos en los entrenadores, por ejemplo, para quienes a veces solo tenemos la perspectiva del último partido. Viendo la parte alta de la Liga actual, por ejemplo, ¿entenderíamos a principios de temporada que estando el Real Madrid líder, con el Barcelona siete puntos por detrás, parte del entorno discutiera a Ancelotti medio año después de ganar la Champions? Lo dicho: los últimos partidos determinan el juicio.

Ahora, si pensamos el caso con respecto a Hansi Flick, nos daremos cuenta de que, en realidad, pasado y futuro sí se proyectan sobre el entrenador. Da la sensación de que la aceptación general que ha suscitado en Barcelona es más fruto de lo que parece que puede llegar a hacer con el equipo que lo que realmente ha hecho hasta el momento. Dicho de otro modo, los resultados inmediatos del alemán se entienden desde una perspectiva doble: de dónde vienen (Xavi) y hacia dónde parecen ir.

Quizá sea, entonces, que el presente del entrenador no es sino el resultado de dos presiones inevitables, lo que consiguió y lo que se espera que consiga; un balance efímero en el que las victorias pesan a veces menos que las derrotas. No es que el entrenador se focalice en el ahora, es que lo sobrevive, porque ahí es donde se centra un juicio continuo, el en que memoria y expectativas son jueces de línea.

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