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El primer gol, Rafa Nadal. Contar con el mejor deportista español en tu equipo es un privilegio y casi puede suponer un primer punto. Rafa Nadal estuvo en el palco de La Cartuja con una bufanda del Mallorca para apoyar al equipo junto a Carles Moyá. El tenista manacorí confesó antes del partido que era la primera final del equipo bermellón que presenciaba en directo. Hace unas semanas ya estuvo apoyando al equipo en Son Moix y le dio suerte al equipo.

Sin presión. Decía hace unos días el comentarista deportivo y seguidor mallorquinista José Sanchis, en una entrevista en AS, que esta final era un premio para una hinchada que lo había pasado muy mal, hace pocos años, como la bermellona. Ese mensaje es el que ha calado en el entorno del equipo y durante media hora los jugadores de Javier Aguirre disfrutaron de una ventaja que les quitaba, un poco más, cualquier carga psicológica ante un partido tan complicado. La afición disfrutaba y soñaba. El plan estaba saliendo a la perfección y la afición mallorquinista lo sabía. El partido fue largo y se llegó a los penaltis y Aguirre volvió a repetir lo de San Sebastián. Los jugadores parecían estar en la fan zone o en la Plaza de la Reina de Palma, más que en el césped. Contra la Real Sociedad, en las semifinales, funcionó; ante el Athletic, no resultó. Ahora la tristeza, lógica tras perder estando tan cerca, era un sentimiento en la grada bermellona y los jugadores no lo ocultaban.

En minoría. Los aficionados bermellones en Sevilla eran menos, pero en la primera parte fueron más felices que los bilbaínos. Desde el viernes, circulaba en redes un vídeo en el que dos jóvenes seguidores se sorprendían de que en Sevilla solo veían camisetas del Athletic. Lógico, aunque la movilización mallorquinista fue la mayor de la historia. Sus 20.000 seguidores no tenían nada que hacer con los cerca de 80.000 de la afición bilbaína. Sin embargo, durante muchos minutos fueron más felices.

Abdón, sin minutos. El delantero de Artà, Abdón Prats, es el máximo goleador mallorquinista de la Copa esta temporada. Sin embargo Javier Aguirre no tiró de él ni durante los 90 minutos ni en la primera parte de la prórroga. Si alguien se merecía disfrutar de esta final era él. Gracias a sus goles el Mallorca había llegado a La Cartuja, pero en el último partido no tuvo oportunidad. Siempre quedará la duda de si el goleador de los momentos importantes hubiera salido, el resultado hubiera sido distinto.

Orgullo. Todo el mallorquinismo puede estar muy orgulloso del papel que su equipo hizo en la final de Copa. Enfrente tenía a uno de los equipos más en forma de la temporada y ellos le plantaron cara.

Quedarse en la orilla. Le plantó cara, se adelantó en el marcador y estuvo durante mucho minutos alimentando un sueño que al final se escapó cuando casi lo tocaba.

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