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No ha sido posible que los capitanes de siete equipos europeos usaran un brazalete con los colores del arcoíris, incluso tras las declaraciones del máximo dirigente de la FIFA, Infantino, en las cuales decía que se sentía gay. El 3 de agosto de 2019, la UEFA se mojaba al defender los derechos de las personas LGTBI en Ámsterdam: “Proud that #EURO2020 will be tournament for everyone #EqualGame”.

El árbitro asistente Zachari Zeegelaar comprueba el brazalete de capitán de Manuel Neuer.
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El árbitro asistente Zachari Zeegelaar comprueba el brazalete de capitán de Manuel Neuer.Friedemann VogelEFE

Dos años más tarde, en la Eurocopa, la misma UEFA no permitió al Ayuntamiento de Múnich iluminar su estadio con la bandera del arcoíris en el Alemania-Hungría. Y por si fuera poco, al portero de la selección alemana, Manuel Neuer, se le abrió expediente por lucir un brazalete arcoíris durante el partido frente a Portugal. No logro entender por qué a nadie le incomoda cuando los futbolistas hincan la rodilla como muestra de apoyo a las personas que son discriminadas por su color de piel y en cambio se prohíbe llevar un brazalete como símbolo de solidaridad hacia las personas que sufren la homofobia. El racismo mata y la homofobia, también. Hace unos días en Colorado, cinco personas fueron asesinadas y 18 heridas debido a un “ataque de odio” contra la comunidad LGTBI. Estamos hablando de derechos humanos y el fútbol que yo entiendo es eso: valores, esfuerzo, compañerismo, solidaridad y también debería de significar respeto por todos los demás independientemente de su raza, cultura, religión o a quien amen. Este deporte tiene la capacidad de unir a mujeres y hombres, jóvenes y mayores en una sola pasión. Es una gran plataforma para mostrar a instituciones, gobiernos y aficionados que sus ídolos rechazan la violencia contra personas que aman y sienten diferente.

No entendí en su momento por qué se jugó en Rusia, donde existe pandillas que impunemente se reúnen para dar palizas a homosexuales, como tampoco comprendí que pintábamos en la Argentina del dictador Videla en 1978. Eran otros tiempos, lo sé y hemos evolucionado mucho como sociedad, por eso no me entra en la cabeza cómo hemos llegado a Qatar. Pero ya que estamos, al menos aprovechemos para mandar un mensaje de respeto hacia todos para intentar hacer reflexionar sobre temas por los que muchas personas son agredidas, asesinadas y excluidas hasta llegar al suicidio.

Ya sé que desde aquí es muy fácil, pero ojalá mi selección tuviera una muestra de cariño hacia todos nosotros como la tuvo Alemania porque el amor y el respeto están por encima de un simple partido de fútbol.