Oda al fútbol del Madrid y el City
Fue un partido soberbio, que nos deja en vilo hasta el de vuelta, el miércoles que viene. Madrid y City devolvieron el precio de la entrada, que dicho sea de paso no era ninguna tontería: 88 la más barata y 445 la más cara, palcos de lujo aparte. Las emociones y la belleza de algunas jugadas lo compensaron. Fue un partido trepidante, de tendencia variable, jugado noblemente, bien arbitrado, sin VAR (otra bendición) y con un resultado final que deja la eliminatoria viva. Durante una larga fase, con el 2-1 favorable en el marcador, el Madrid tuvo el partido de su mano, pero perdonó tras varias llegadas claras. Y el City es demasiado equipo como para perdonarle.
Y menos aún se le puede regalar un gol. El comienzo fue catastrófico: una falta estrepitosa de Tchouameni con amarilla que le apea de la vuelta, y fruto de la cual Bernardo Silva marcó por un palo que le regalaron, con barrera de uno y Lunin atento al centro. Por suerte, la ventaja no se les secó encima a los blancos, pues pronto empataron con un gol desde fuera de Camavinga, con rebote. Entonces empezó el partido de verdad, con Rodrygo a la izquierda, explotando la zona débil del City, la espalda de Akanji. Vinicius se centró y el City no encontró el antídoto. Por ahí llegó el 2-1 y luego varias ocasiones, lástima, perdidas.
Y lástima que Bellingham jugó mal, gastando sus energías en controlar a Rodri, pero sin elaborar. Y peor: mediada la segunda parte, con el Madrid demasiado alocado, el City reposó, se plantó cerca del área y colocó dos golazos imparables, por Foden y Gvardiol. El mérito de los blancos fue levantarse de ese segundo gol, dando el mando al ingresado Modric y hundiendo al City con una mezcla de talento y genio. Así llegó el 3-3, de Valverde, tan imposible para el portero como los de Foden y Gvardiol. Hubo más apretón, pero no llegó ese cuarto gol que hubiera permitido viajar a Manchester con mejor cara. El resultado no es bueno, pero el partido fue colosal.