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Después de diez temporadas luciendo su clase con la camiseta blanca, convirtiéndose en un fijo de todos los sistemas y entrenadores, el rubio que nunca se despeina se está pensando colgar el uniforme y dedicarse a la vida contemplativa. A sus treinta y cuatro años ya no funciona con la precisión suiza de antes, pero sigue marcando el pulso de muchos partidos moviendo el diapasón con sus cambios de juego y su cabeza siempre levantada. En este equipo físico y vigoroso se precisa a menudo un manejo como el suyo para templar los ímpetus y someter rivales, enseñando cómo se golpea la pelota y se manda limpia a cuarenta metros como el que lanza un tiro libre. Si Kroos decide seguir un año más, participará menos en el equipo, pero, con la segura marcha de Modric, parece necesaria la presencia de un futbolista de su rango en la plantilla.

Que se fueran los dos al mismo tiempo supondría un bajonazo de talento difícil de compensar. Ahora que ha vuelto a la selección alemana puede que encuentre otro aliciente para seguir compitiendo al máximo nivel, aunque sea solo un año y bajando en el escalafón, pero manteniendo el nivel, la elegancia y la raya al lado.