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No nacer para jugar en el Madrid

Se llama “síndrome del impostor” y como mucha gente sufro este fenómeno psicológico. Dudo de mi propia competencia, sobre todo porque nunca he sido capaz de patear una pelota de una manera decente. Era tan malo en eso del fútbol que los demás niños no me querían en sus equipos de patio de colegio. Por todo ello siento algo de vergüenza cuando me toca juzgar a un futbolista profesional. Y más cuando se trata de un buen jugador, además compatriota mío. Sin embargo, no puedo resistirme a escribir esta frase horriblemente definitiva: Aurélien Tchouameni no ha nacido para jugar en el Madrid. Después de un año y medio se debe reconocer la verdad y constatar que no es parte de los elegidos ni lo será nunca.

Ha contado con la confianza (¿desmesurada?) de Ancelotti en muchos partidos importantes y no sólo ha fracasado técnica y tácticamente sino que, sobre todo, ha mostrado una actitud insoportable. Hace unas semanas escribí, en esta modesta columna, que prefería a Tchouameni de central porque cuando jugaba en el mediocampo pecaba de benevolencia y que la responsabilidad en la defensa por lo menos le obliga a centrarse un poco. No podemos perdonarle eternamente sus errores y su ausencia de genialidad porque prefirió firmar con el Madrid antes que con el PSG y que esta decisión calmaba nuestros egos heridos por los plantones de Mbappé.