¿Nations qué?
El afán recaudatorio es tan voraz que se crean nuevas competiciones y aumenta el número de partidos de una manera absurda. En España, la RFEF inventó una Supercopa de cuatro equipos, y la UEFA se sacó de la manga la Nations League. El empacho de fútbol es tan grande que ha quitado magia a determinados trofeos. Se reduce el apetito y todo pasa tantas veces, que ya nada es excepcional.
Si hay un jugador que se merecía la victoria, aunque fuese con un trofeo descafeinado y sin tradición, era Modric. Croacia obtuvo el segundo y tercer puesto respectivamente en los dos últimos Mundiales y él es un jugador imprescindible para entender al Madrid triunfal de la última década. Desde aquel penalti fallado en Viena del 2008 en la tanda contra Turquía, ha pasado mucho tiempo. ¡Qué gran jugador es Luka! Croacia es una suerte de Uruguay europea.
Con De la Fuente, España intenta ser algo más resolutiva porque ha aprendido de los errores de Luis Enrique (también de sus aciertos) y dispone de más aguijones. Le falta cierto magnetismo para conectar con la grada, algo que le sucede también al seleccionador de la femenina. Pese al respaldo de la prensa, se les ve tan cómodos con el poder, que sin despertar muchos rechazos, no despiertan ningún entusiasmo.
El partido de España fue como España misma, un potencial en penumbra, una idea sin concretar, gente con talento sin una brújula inspiradora a la que seguir. Croacia generó más peligro, tuvo más hambre y, realmente es una selección superior. Un equipo escogido de una nación de apenas 4 millones de personas contra otro que surge de un país de 47 es para darles la medalla de oro. “Una selección es el siguiente paso”, dijo Guardiola hace unos años. Termina contrato con el City en el 2025 y es curioso que, cuando salen esas listas de países potenciales que podría entrenar, casi nunca está España. Guardiola puede conseguir que Oasis se junte (Liam Gallagher dijo que si el City ganaba la Champions, reuniría Oasis), puede conseguirlo todo.