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Nacho ensució una victoria estupenda

El Madrid sentó sus reales en Montilivi con un partido en el que lució sus mejores condiciones, pero la victoria quedó afeada por una entrada feísima de Nacho a Portu. Feísima y absurda, en el descuento, a partido prácticamente terminado y sin fricciones previas que permitieran esperar algo así. Fue un partido tranquilo, fácil de arbitrar, hasta que llegó este desvarío que Pulido despachaba con una amarilla, mutada en rojo tras la llamada de Latre para que la revisara en la pantalla. De primeras, Nacho había pedido perdón a Portu, pero con la expulsión reaccionó mal y fue a recriminarle desde la suposición de que hacía cuento, lo que montó un alboroto.

Feo final, decía, para un partido hasta entonces feliz para el Madrid. Y eso que el Girona comenzó como un vendaval, hasta el punto de hacerme recordar las salidas de equipos alemanes en aquellos años setenta en los que el Madrid volvía vapuleado de esas tierras. Pero llegó aquello que los viejos cronistas del boxeo llamaban ‘lucky punch’, golpe afortunado, cuando el boxeador que las estaba recibiendo de todos los colores cazaba de repente una contra que sentaba al rival en el suelo. En este caso fue un pase a lo Modric de Bellingham que Joselu aprovechó, adelantándose a Blind para marcar en remate a quemarropa que Gazzaniga tocó pero no detuvo.

Aquello frenó en seco al Girona, que sufrió enseguida otro gol, un córner muy bien sacado por Kroos y cabeceado impecablemente por Tchouameni, con Blind retratado de nuevo. En el primer gol le ganaron por abajo, en este por arriba. Blind, lento y superado demasiadas veces, fue la mandíbula de cristal de un Girona que en general jugó bien y peleó con constancia, pero aún encajaría un tercer gol, este de Bellingham. Tres puntos y liderato para el Madrid, que tras el terror del principio cambió el rombo por un 4-4-2 con el inglés de medio por la izquierda, posición que no le inhabilitó para dar un gol y hacer otro. Ya veremos si en Nápoles se repite eso.