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Milagros, a Joan

Es la película tantas veces vista por el Espanyol. Antaño era el “jugaron como nunca…” y ahora se ha convertido, dada la limitación de recursos para confeccionar la plantilla, en un “compitieron como nunca… Pero perdieron como casi siempre”. Remar para morir en la orilla, una vez más, y solo en esta Liga ya van tres seguidas en lo que se podría bautizar como la semana trágica.

Tres adversarios de postín como Real Madrid, Villarreal y ahora Betis no solo han frenado en seco el despegue del equipo de Manolo González -que venía de dos triunfos consecutivos-, sino que han hecho aflorar nuevos defectos, que en los resultados están pesando mucho más que las virtudes de este conjunto que nunca le pierde la cara a los partidos, y que incluso enseña nuevos registros, si bien no todo ello no es suficiente.

Igual que no bastó Joan García. Sant Joan. O Don Joan, el burlador de Sevilla. Como lo prefieran. Protagonizó el portero dos milagros que a punto estuvieron de brindarle al Espanyol un valiosísimo punto en el Benito Villamarín. Impresionante su parada a Abde en el penalti con el que concluía la primera mitad, y todavía más espectacular la mano que sacó, todo reflejos, ante un remate de Lo Celso a bocajarro, en el área chica. Diez paradas hizo. La única utilidad a efectos prácticos es financiera, pues su caché se va revalorizando a cada semana que pasa.

Cheddira, Král y Sergi Gómez felicitan a Joan García tras el penalti detenido.
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Cheddira, Král y Sergi Gómez felicitan a Joan García tras el penalti detenido. Julio MuñozEFE

Paradójicamente, el equipo había mantenido su crecimiento constante, sobre todo en la primera parte, mostrando incluso una cara nueva en el libreto de Manolo. Quiso, buscó y encontró el esférico el Espanyol. Un 4-3-3 agresivo. Pero no conectó con nadie arriba. Ni con Cheddira, tan aislado como lo había estado en el Bernabéu, ni ninguno de sus acompañantes; el único chut a puerta perico en todo el partido, no en vano, lo materializó un lateral como Carlos Romero. Una competitividad que es arma de doble filo, porque la plantilla da todo lo que puede, y sin embargo no le está llegando para puntuar.

Buena parte de ese castigo enorme que están pagando los blanquiazules responde a lo que precisamente el entrenador lamentaba en la previa. Las pérdidas, las transiciones rivales. Todo ello volvió a ocurrir en el gol de Lo Celso, que nace de una peligrosa falta pero a favor, que pasa por un esférico incomprensiblemente rematado en dirección contraria a la portería contraria y que se cruza por un sinfín de toques en el área propia sin que nadie acierte a abortar el ataque verdiblanco. Errores que han ido sobreviniendo como setas en las últimas jornadas. Preocupante.

Y, para colmo, lo de Puado. El máximo goleador de un equipo sin goleadores desde la marcha de Braithwaite (y antes, el regalo de Joselu al Real Madrid) tuvo que pedir el cambio tras lastimarse la rodilla izquierda al bloquear un centro de Bellerín. Intentó recomponerse, volver al terreno de juego, pero no le quedó más remedio que abandonar el césped. Afortunadamente, por su propio pie. Y le colocaron un aparatoso vendaje.

Otro motivo más para sufrir. Para el sinvivir eterno del pueblo perico, que se está acentuando esta temporada. Y que amenaza con continuar el próximo sábado, cuando visitará el RCDE Stadium la revelación por ahora de la Liga: el Mallorca de Darder

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