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Mientras el ruido de las redes y el síndrome del clickbait llenaban el verano con el definitivo fichaje de Mbappé, el Madrid se iba asentando en su idea de no hacer locuras, o lo que el club define como tales. Una vez cerrada la llegada de Bellingham, fichaje estructural y más relevante de lo que algunos pensaban, la dirección decidió que no se iba a acometer la contratación de ningún delantero “top” porque no se daban las circunstancias adecuadas. Primero porque la llegada de Mbappé solo sería posible con un desembolso tan astronómico que supondría un riesgo patrimonial para la entidad. Se decidió esperar a que el francés salga libre la próxima temporada, y si eso no sucede, porque renueva con el PSG, nadie se rasgará las vestiduras.

Y segundo porque los otros delanteros del mercado internacional o eran mayores (Kane) o iban a ser caros para no estar contrastados. En definitiva, se ha apostado por lo que se cree una plantilla muy completa, con una juventud exuberante en algunas líneas, pero sabiendo que hay una carencia en la delantera que requerirá de soluciones por parte de un Ancelotti que incluso tendrá que tirar de chavales de la cantera. En el club se habla de responsabilidad y sentido común, de saber aprovechar todos los recursos que ya tenía el vestuario con esa mezcla de veteranos y noveles que hacen un grupo muy competitivo. Pero también se mira a la economía y se afirma que hay operaciones que podrían poner en riesgo la buena situación general del club. Ya se verá si el análisis ha sido acertado.