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Mendilibar descifra a Mourinho

Se dice con frecuencia que el Sevilla es a la Europa League lo que el Madrid a la Champions. No es así. En este siglo es todavía más. Su idilio con esta competición trajo otra noche de esplendor futbolístico en Budapest después de que Mendilibar encontrara la fórmula para derrocar el reino defensivo de Mourinho. No le fue fácil, nunca lo es con el portugués enfrente, pero el Sevilla se alzó con un cambio de partitura a tiempo y una creencia ciega en sus posibilidades con una tanda de penaltis de por medio. La tardanza en interpretar el guion le puso el partido a contrapié. En la primera media hora se jugó a lo que quiso la Roma, que ajustó bien la presión en los primeros pases y cerró todas las puertas a los de Mendilibar. A Mourinho se le podrá cuestionar distintas cosas, desde su carácter histriónico hasta sus pérdidas de tiempo, pero nadie puede atreverse a lanzar una crítica de cómo trabaja a sus equipos en el aspecto defensivo. El bloque bajo de la Roma no notó nunca, en ese primer tercio del encuentro, la supuesta inferioridad en las bandas. Las coberturas de Cristante y Matic y las salidas hacia fuera de los centrales abortaron los ataques por las bandas del Sevilla. Los carrileros Çelik y Spinazzola tuvieron siempre las espaldas cubiertas en una estructura blindada y definida. Casi nada falla en el protocolo ordenado por Mourinho, distinguido por el pragmatismo más absoluto. Ante ese compromiso colectivo del rival, el Sevilla estuvo espeso en la circulación, no ganó la línea de fondo y tampoco dominó la segunda jugada hasta casi el final del primer tiempo. Y Dybala, el gerifalte futbolístico de la Roma, a años luz en calidad respecto al resto de sus compañeros, hizo pagar la incertidumbre inicial que atrapaba al equipo andaluz.

Pero Mendilibar, entrenador con todas las letras pese a que casi todos los elogios que alcanzan a su figura destacan su mensaje llano e intensidad en el discurso, tocó las teclas suficientes para propiciar el giro completo al partido. Las entradas de Lamela y Suso en el descanso permitieron al Sevilla hacer daño por el interior y mover el balón mejor de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro para desacoplar el cierre hermético de la Roma. Suso fue realmente determinante con sus apariciones en distintos carriles y la finura de su zurda. También Navas irrumpió en la banda derecha, Ocampos se dio al dinamismo y Rakitic más Fernando reforzaron el eje. Estas fueron las causas y después vino el efecto. Por momentos fue una sacudida total sevillista. La Roma se quedó parapetada y mostró alguna fisura atrás en la zona central, pero siempre transmitió sensación de peligro con el balón parado como principal salvoconducto. Al Sevilla le dio para empatar y también le tuvo que dar para remontar, aunque perdió nervio ofensivo con Montiel y Rekik en el campo. Ese segundo gol no llegó. No importó porque su complicidad con los penaltis y las finales parece asegurada de por vida. De esa forma completó un milagro impensado en marzo cuando aterrizó Mendilibar para evitar únicamente un cataclismo. Por algo el fútbol es la mejor de todas las fantasías.

De dentro a fuera

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Suso conduce hacia dentro y libera la llegada de Navas. Conecta con Lamela y después Rakitic orienta rápido a la derecha para el lateral. Así Navas puede perfilarse en ventaja para el centro. Circulación ágil e inteligente.