OPINIÓN

Marcos Llorente, el carrilero inagotable

A mí no me terminaba de convencer en el medio centro, donde le costaba mantener la posición.

El jugador colchonero ha decidido ser el goleador del equipo, al menos en las dos primeras jornadas. Al igual que en el partido contra el Villarreal, ante el Girona volvió a sacar el látigo de su pierna diestra y sumo otro punto.
JAVIER GANDUL
Alfredo Relaño
Actualizado a

Tras el Atlético-Girona apagué la tele casi exhausto de tanto ver el ir y volver de Marcos Llorente, que hizo un partido imperial. He aquí un caso raro. Apareció como prometedor mediocentro del Castilla y tras una cesión en el Alavés parecía tener por delante un gran porvenir en el Real Madrid, para lo que le sobraba pedigrí. Pero los designios del Señor son inescrutables y donde triunfa es en el Atlético y no en aquella posición en la que despuntó, sino en la de carrilero, en la que parece haber desembocado definitivamente tras un tránsito por la demarcación de interior de ida y vuelta con buen pie para el gol.

A mí no me terminaba de convencer en el medio centro, donde le costaba mantener la posición por esa vigorexia característica de la familia. Simeone le readaptó primero como medio de despliegue y después al lateral, decisión discutida porque le alejaba del gol. Pero llegó a internacional en esa posición y ahora, como carrilero en defensa de tres centrales está dando sus máximos: la banda se le queda corta y ya no está lejos del gol. Marcó goles casi idénticos ante Villarreal y Girona con tiros por arriba bien calculados, consciente de que los porteros tienden a esperar el disparo por abajo en situaciones así.

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Ante el Girona hizo un partido bárbaro y me dejó grabada una imagen: muy cerca del final se incorporó vertiginosamente a un ataque y, una vez resultó fallido este, regresó, más difícil todavía, en un viaje relámpago que superó la velocidad del contraataque del Girona. La velocidad de Gento y el infatigable trabajo de Grosso, un goleador muy fino, estilo Morientes, en el 4-2-4, readaptado a centrocampista inagotable cuando, aún en sus inicios, le atropelló el 4-3-3. Me admira lo bien que han mezclado esas dos líneas genéticas en este futbolista, que a su gran condición natural une un permanente deseo de mejora.

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