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Madrid de todos los derbis

‘Mi Atleti, su Borbón’, modifica la letra Joaquín Sabina en los conciertos en Las Ventas y yo siempre recuerdo el verso original, “su Atleti, su Borbón”, porque poco se habla de que a Juan Carlos I le saliera un hijo del Atleti. Eso sí que es grave y no lo de los elefantes. El derbi es esto también. La mofa, el chiste y la rivalidad en tiempos de criminalización de la rivalidad. La lucha por un relato social ingobernable porque Madrid es pluralidad, multiculturalidad, mezcla, talento y mezquindad a partes iguales. Al 50% entre Real Madrid y Atlético de Madrid en los colegios, las familias, las oficinas y mercados.

Su Martínez Almeida, nuestro Íñigo Errejón. Su Luis de Guidos, nuestro Alfredo Pérez Rubalcaba. Su Rosendo, nuestro Miguel Ríos. Su Leiva, nuestro Quique González. Su Almudena Grandes, nuestro Luis García Montero. Su escudo profanado entre protestas, nuestra franja morada de libertad hurtada en silencio por el azul Ibex. Nuestra Residencia de Estudiantes, su Aviación franquista. Su río Manzanares, nuestra bruma en la Castellana. Su Gárate, nuestro Juanito. Nuestro Raúl, su Caminero. Su Luis Aragonés, nuestro Vicente del Bosque. Y también su muñeco negro ahorcado en un puente y nuestra pancarta de Ana Frank. Porque “el hincha rapado y violento”, que reconoce Sabina en su himno, también habita esta ciudad invivible pero insustituible. Y ese odio incomprensible a veces hasta gobierna en la Asamblea de Madrid y tiene forma de mujer.

El derbi es el partido del año. Dice Alejandro Requeijo (su Atleti, mi amigo) en su libro/biblia ‘Invasión de campo’ que el fútbol es un patrimonio que se hereda. Yo pasaba por la M-30 de niño y mi padre decía, “niños, taparos la nariz”, con algún reproche de mi madre. Yo paso ahora por el páramo ese de la M-40 y hago lo mismo con mis hijas, con algún reproche de mi mujer. Ya sé que no está bien, que el respeto, la empatía, tender la mano… Pero ya estoy bastante harto de la infantil censura Roald Dahl que sufrimos en los estadios.