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Madrid bien vale un desafío

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Esta semana nos han visitado en la redacción de AS dos personajes del deporte: Kerman Lejarraga, doble campeón de Europa de boxeo, y Paco Blázquez, presidente de la Federación Española de Balonmano, medalla de bronce con los Hispanos en el reciente Mundial. Ambos representan a dos disciplinas aparentemente dispares, sólo unidas por la palabra ‘deporte’. Sin embargo, ambos nos dejaron dos titulares que sí tienen mucha relación entre sí. Kerman inicia su andadura como promotor con una iniciativa valiente, la recuperación del Wizink Center, el viejo Palacio de Deportes, para una gran velada pugilística. Blázquez, por su parte, visualiza la final del Europeo masculino de 2028 en el renovado estadio Bernabéu. Son dos envites a la grande, dos altas apuestas con un denominador común: la ciudad de Madrid.

Uno podría pensar que la capital, por su amplitud y su diversidad, alberga espacio para todos, pero también puede ocurrir justo lo contrario, que la oferta de entretenimiento sea tan grande que disperse al ciudadano. El deporte madrileño se ha diluido tanto, que sólo sostiene como grandes espectáculos al fútbol, al baloncesto y al tenis. Eso no quiere decir que no haya sitio para los demás. El público es agradecido si le ofreces una buena propuesta. Ya hemos visto la respuesta del aficionado con el golf, cuando lidera Jon Rahm; o con el patinaje sobre hielo, cuando organiza Javi Fernández; o con el pádel, o con el rugby… Pero son sucesos sin continuidad. En Madrid, el segundo escalón del deporte anda algo renqueante. No hay un gran equipo de balonmano, como fue el Atlético, por poner un ejemplo. Los proyectos de Kerman y Blázquez tienen como objetivo ofrecer un espectáculo puntual, pero en el fondo también está la pretensión de reencontrar el hueco de sus deportes en la sociedad capitalina. Madrid bien vale un desafío. Y asumir un riesgo.