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Los sinvergüenzas

Ante el escándalo Negreira, Joan Laporta ha optado por la estrategia de hacerse el ofendido y va subiendo el tono en sus apariciones. En la última, en un acto privado ante los capitanes del club, incluso se echó a llorar y se sacudió la emoción con un ataque de ira: “No creáis que lloro por debilidad. Es porque tengo muchas ganas de enfrentarme a todos los sinvergüenzas que están manchando nuestro escudo”. Al presidente azulgrana siempre le ha funcionado apelar a los sentimientos de la masa, pero ha pasado un mes desde que el programa Què t’hi jugues de la Cadena SER adelantó la noticia y sigue sin dar explicaciones sobre dos cuestiones fundamentales: por qué y para qué pagó a Negreira. Él incluso le subió el sueldo.

La honorabilidad y la reputación de la institución no se defienden con bravuconadas, lágrimas, ni teatrales golpes de pecho. Durante 17 años cuatro presidentes, uno detrás de otro, pagaron siete millones de euros al vicepresidente técnico de los árbitros y lo hicieron sin informar a sus socios. Puede seguir dando voces al tendido –o a Tebas– y publicando tuits victimistas hasta que se canse, pero lo que no ha hecho todavía es convocar una rueda de prensa. Ni él, ni los otros tres: Joan Gaspart, Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu. La conjunta por supuesto ha quedado descartada. Tantos años de tirarse los trastos a la cabeza y para lo único que se pusieron de acuerdo fue para pagar a Negreira, pero ahora no son capaces de explicarlo.

No sabemos exactamente quiénes son los sinvergüenzas, si los periodistas que lo han publicado o la Fiscalía que los ha denunciado, pero para enfrentarse a los hechos no hacen falta una pistola y un amanecer en un descampado. Con que se siente delante de un micrófono y conteste preguntas sería suficiente. Las dos primeras ya las sabe: por qué y para qué pagó a Negreira. Todo lo demás son estrategias para desviar la atención mientras crece la escandalera.