Los miedos de Enric Mas
Enric Mas se enfrentaba a una temporada que se preveía decisiva en su carrera, el año del salto a cotas mayores, el curso en el que debía proyectar su probada regularidad hacia un ciclismo ofensivo… Era la campaña para disfrutar de un Enric más valiente. Ya había demostrado que puede estar cerca de los mejores. Quinto y sexto en el Tour, en 2020 y 2021. Dos veces segundo en la Vuelta. La primera, en 2018, con 23 años, le presentó como un líder de futuro para las grandes. La última, en 2021, le confirmó como hombre-podio. Hacía falta un paso más. En resultados o en actitud. El asalto al cajón del Tour o al triunfo en la Vuelta. O ninguna de las dos cosas, pero con un Mas al ataque, más osado. Todo eso se esperaba del jefe de filas del Movistar en 2022. Pero, de momento, nada se ha cumplido.
Al contrario, el presente curso ha supuesto un retroceso. Más mental que físico. Sus caídas en la Itzulia y en el Dauphiné, sobre todo esta última, han bloqueado sus piernas. El jueves se comprobaron con nitidez sus titubeos en la bajada del Aubisque, cuando se había metido en una escapada en los Pirineos, en busca de una revancha consigo mismo. Mas fue incapaz de seguir el ritmo de la fuga. Una vez en la meta de Hautacam, se sinceró ante los micrófonos: “Tengo un miedo interno que me cuesta superar”. No es el primer corredor al que le ocurre algo así. Thibaut Pinot y Remco Evenepoel, por poner dos casos actuales, han pasado por experiencias similares. El día después de su anuncio, Enric ha causado baja en la Grande Boucle por coronavirus. Casi es lo mejor, una vez que se había asentado en una undécima posición que no le aporta nada. Ahora debe pensar en recuperarse, en superar esos miedos a las caídas, y en digerir la presión de la jefatura. El Movistar, que le renovó antes del Tour, va a estar a su lado. Queda un mes para la Vuelta. El primer plazo para vencer el miedo a descender… y a ganar.