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Tras las (merecidas o no) vacaciones, los futbolistas profesionales comienzan a regresar a sus puestos de trabajo. La mayoría de ellos lo hace con la confianza de que esa camiseta de entrenamiento de nuevo diseño que se visten por primera vez hoy será la que lleven cada mañana en lo que resta de temporada. Otros, sin embargo, se calzan las botas en estos comienzos de pretemporada con la incertidumbre de no saber para quién jugarán cuando por fin comience el curso. Por ahora se trata, al menos, de una duda esperanzada. Pueden soñar con un futuro mejor, ese que algunos alcanzarán pronto. Su agente les llamará con una oferta suculenta en lo económico o sugerente en lo deportivo, o incluso las dos cosas, dependiendo de los valores que muevan al futbolista en cuestión y firmarán el contrato con felicidad de día de boda. Otros verán cómo avanzan las semanas y las promesas de su agente no se concretan, las palabras no llegan al papel. Su impaciencia irá in crescendo a medida que se acerque el comienzo de septiembre.

A un tercer grupo de futbolistas les toca reinventarse. Son los que decidieron colgar las botas con el fin del curso pasado. Tiene que ser difícil pensar una nueva vida a una edad tan temprana. No en lo económico, claro, al menos los que han jugado en Primera División, pero sí en todo lo demás. Como buenos jubilados, algunos comentarán las obras de los que hasta hace poco fueron sus compañeros desde el otro lado de la barrera, bien como periodistas, bien como meros espectadores. Otros se alejarán lo máximo posible del que ha sido su mundo durante toda su vida. Unos cuantos sentirán pronto el mono de volver a jugar e ingresarán en equipos de barrio, marcarán las diferencias en partidos de solteros contra casados. Quién sabe si recuperarán la pasión que hizo que de niños decidieran apostar por un sueño que sintieron perder al alcanzarlo. A estos últimos no deberíamos llamarlos ex, sería injusto. Futbolista se es siempre, como escritor o artista, por más que la actividad sea o no remunerada. Es una manera de ver la vida y el mundo, al menos, de representarlo en el juego.