Los chavales
Hay un indicador infalible de la salud democrática de un club: si en la grada hay chavales ilusionados. Ocurre estos días en Balaídos, por ejemplo, con la grada de animación rebosante de chicas y chicos que cantan Oliveira dos cen anos y los himnos celtiñas como si fuesen temas de Karol G, Bad Gyal o Quevedo. La salud democrática de un equipo se mide en la ilusión que genera en las generaciones jóvenes, esas que últimamente están desasistidas por un fútbol extremadamente caro y desabrido.
Hay quien opina que el fútbol ya no interesa a jóvenes que prefieren formas de consumo más rápidas, o que sí interesa pero de un modo mucho más focalizado en equipos como el Real Madrid, el Barça o el Atlético de Madrid, en fases finales de competiciones internacionales o en la selección nacional durante Eurocopas o Mundiales. Por supuesto, es comprensible que muchos jóvenes consideren el fútbol un deporte aburrido porque esencialmente lo es. Hay muchos minutos de miseria deportiva durante los partidos. Pero los jóvenes, en general, necesitan un punto más para conectar con algo: ya sea una asignatura del instituto, ya sea una conversación o un hobby. Y ese algo más allá se nutre, casi siempre, de un lenguaje identitario, del barrio, de lo local. Así gritó la pasada semana todo el barrio barcelonés de Sant Andreu en Copa del Rey frente al Betis. O así gritó toda Pontevedra frente al Villarreal. Si sentirse parte de un grupo sigue siendo algo fundamental en la vida adulta, más lo es el caso de los chavales para quienes el sentido de pertenencia es el punto central de sus vidas.
El Celta de Giráldez, el Athletic de Valverde o el Barça de Flick están consiguiendo generar esa ilusión generacional esta temporada. O, mejor dicho, el Barça de Lamine Yamal. Por supuesto, también es una cuestión de identificación personal. Pensad, por ejemplo, en el Clásico en el Bernabéu. Con un chico de 17 trazando líneas como Picasso, con seis Sub-21 en el once inicial y ocho canteranos de La Masia jugando, cómo no van a sentirse identificados los seguidores más jóvenes, aunque los resultados no siempre acompañen. Porque el éxito de un club también llega cuando sus dirigentes descubren que la ilusión no solo se genera ganando.
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