Los agravios de Sinner
El sorteo del cuadro del US Open, el cuarto Grand Slam del curso, se celebró con Jannik Sinner, el número uno del mundo, incluido entre sus contendientes. Hasta aquí, todo normal, si no fuera porque dos días antes se había conocido la absolución del italiano en un caso doble de dopaje, que se ha llevado con hermético secretismo desde primavera. El suceso, obviamente, está muy presente en Nueva York, y lo seguirá estando. Entre otras cosas, porque las agencias antidopaje mundial e italiana, la AMA y la NADO, podrían presentar sus recursos en contra de su liberación en un plazo que coincide con el torneo. También afecta, lógicamente, al ambiente del circuito. No han sido pocas las voces que se han alzado en contra del veredicto del tribunal del tenis, la ITIA.
Las críticas no están dirigidas directamente contra Sinner, sino por el agravio comparativo que ha supuesto esta actuación respecto a otros jugadores que tuvieron que penar por calvarios antes de demostrar su inocencia, tenistas que fueron suspendidos antes de lograr la reducción de su castigo, cosa que no ha ocurrido con él, que ha seguido compitiendo en el calendario, y hasta ha celebrado su asalto al liderazgo de la ATP. Tanto en esa rapidez de resolución, como en los plazos, se huele también cierto compadreo. Sinner recibió la comunicación el 4 de abril, y al día siguiente ya estaba en el cuadro de Montecarlo, tras una rauda apelación de sus abogados. Estos detalles, junto a otras sombras, han agitado el deporte. Dos ejemplos. Simona Halep, que también fue número uno, sufrió una sanción de cuatro años que logró reducir a nueve meses, aunque ya había cumplido 18. Tara Moore fue absuelta cuando llevaba 19 meses parada. Más allá de la culpabilidad de Sinner, ese trato de favor escuece mucho. Y demuestra que la justicia deportiva tampoco es igual para todos.