Lo que un mote nos cuenta del Barça
No sé quién fue el primero en bautizar a Marc Guiu como el Haaland del Montseny, pero vayan desde aquí mis felicitaciones. El Barça actual necesita de todo tipo de estímulos, no solo económicos, y estas pequeñas leyendas sobre las que asentar la construcción de la siguiente epopeya son caramelo salado con el que endulzar la espera y alimentar, convenientemente, los más bajos instintos de algún que otro rival.
Ya habrá tiempo para que en Madrid aprendan a decir su nombre correctamente. Le costaba a Joey el francés en Friends y les seguirá costando el catalán a quienes solo tienen oído para hipotéticos fichajes del Real Madrid. Por eso me parece una gran idea apodarlo el Haaland del Montseny, un mote que conjuga lo mejor de los dos mundos y servirá como aproximación a un futuro en armonía. Hablamos, a fin de cuentas, de la última joya de la corona azulgrana y, por tanto, de la penúltima perla del fútbol español. Un perlón, por cierto, que no hay más que ver la planta que se gasta bajo esos pelos de galanazo de Euphoria.
Veintitrés segundos tardó Guiu en atentar contra la lógica imperante en el fútbol actual. La misma que invita a embarcarse en contrataciones millonarias sin apenas echar un vistazo a lo que apunta desde las categorías inferiores salvo en tiempos de imperante necesidad. ¿Debemos encumbrarlo por un solo gol, por una moda o por el puro placer de meter el dedo en el ojo a quiénes consideraran canterano a Camavinga? Evidentemente, no. Aunque podríamos. Lo hicieron algunos con Dembélé, que llegó unos meses más maduro que Guiu y apenas necesitó de otros 23 segundos para ponernos en máxima alerta: los que tardó en destrozar una lambretta durante su acto de presentación.
A uno lo reclutaron con 7 años para el prebenjamín y el otro llegó a Barcelona por una tercera parte de lo que costaba aquella remodelación del Camp Nou proyectada por Norman Foster. Hay muchas maneras de arruinar a uno de los clubes que mayor cantidad de talento produce por metro cuadrado, pero se necesitan más motes como el de Haaland del Montseny para darnos cuenta del enorme disparate perpetrado. Y en esas estamos.