Llull redondea otra historia de leyenda
El Real Madrid alza sonriente una nueva Copa de Europa de baloncesto, la Undécima, en la que relucen los nombres de sus héroes: Sergio Llull, Sergio Rodríguez, Edy Tavares, Mario Hezonja, Chus Mateo… La felicidad rebosante contrasta con el oscuro túnel por el que transitaba el equipo hace menos de un mes, en concreto desde el 27 de abril. Aquel día, en el Palacio, tocó fondo. El Madrid se había colocado 0-2 en el playoff ante el Partizán, pero lo peor no era el resultado, ya de por sí pésimo, sino la sensación proyectada en la cancha. Los visitantes habían vapuleado a su rival, que volcó su impotencia en aquella falta al límite de la agresión de Llull sobre Kevin Punter, que provocó una gresca que acabó con 21 jugadores descalificados. Era difícil caer tan bajo. La imagen deportiva, y la extradeportiva, llevó al abismo a varios de esos protagonistas ahora laureados. Especialmente, al técnico, cuestionado durante meses por esa dañina comparación con Pablo Laso. Por supuesto, a Yabusele, sobra decir por qué. Y también a algún veterano.
Desde la fecha fatal, pasaron 24 días. Y todo lo que tenía que suceder para dar la vuelta a la situación, milagro tras milagro, ha sucedido. El Madrid debía ganar cinco partidos seguidos para conquistar la Euroliga. No había margen de error. Y eso hizo. En el último de la serie ante el Partizán, por refrescar memorias, llegó a ir 18 puntos abajo. Ese es el alcance de la hazaña. Ese mismo Mateo y esos mismos veteranos, junto al retorno de Tavares, completaron la gesta. Eso nos lleva a dos conclusiones. La primera alude a la belleza del deporte, tan imprevisible siempre, tan épico. Y la segunda apunta al ADN del Madrid, que lleva grabado el lema de nunca rendirse. Los más viejos han sabido transmitir y liderar. Que la última canasta la metiera el increíble Llull, el capitán días antes maldito, redondea otra historia de leyenda.