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Lewandowski y Benzema, por el Pichichi

Raro suceso: el Barça y el Espanyol jugaron el mismo día en casa y en horario consecutivo. Tiempo atrás tal cosa hubiera sido imposible porque se suponía que mucha gente podría estar interesada en ver los partidos de ambos, y de hecho así era; tanto el Barça y el Espanyol como el Madrid y el Atlético, tenían socios compartidos. Hace tiempo que ya no es así: las aficiones son estancas y en todo caso para la mayoría el espectáculo está en la tele, donde se pudieron disfrutar los dos partidos y, puestos a ello, si venían enlazados, mejor. Y los dos resultaron jugosos, con ocho goles en total y exhibición de poder de los dos eternos favoritos de LaLiga.

Xavi va ensamblando el Barça, orientado hacia Lewandowski, un delantero centro extraordinario. Recién llegado, ya se ha hecho con un claro liderazgo: habla, dispone, aconseja… Le miran todos con respeto, hasta el árbitro, que le anotó uno de sus goles sin que sea propiamente suyo, sino de Joaquín en propia meta. Vaya por los dos que se le fueron al limbo en sendos remates al poste. Con ese delantero, alimentado por buenos extremos y por la media de la Selección, el Barça puede dar por declarado el estado de optimismo. Un Laporta con un ojo a la virulé y ya tan pasado de romana como su homólogo Ronaldo contempló feliz la goleada desde el palco.

El nuevo Madrid sin Casemiro salió a Cornellà bien plantado, con un Tchouameni adelantado que lució en el espléndido pase que Vinicius transformó con finura en gol. Los de Ancelotti mandaron durante 35 minutos pero cayeron en pecado de confianza y llegó el empate. En la segunda mitad arrancó mejor el Espanyol, hasta que Ancelotti sacudió aquello con cambios, de los que el más influyente fue Camavinga, cuyas galopadas incontenibles descuajeringaron al Espanyol. Y entonces apareció Benzema, que llevaba un inicio de temporada flojo, para recordarle a Lewandowski que no va a dejarle el campo libre en la carrera por el Pichichi.