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Las jugadoras abren la Federación en canal

Después de tanto tiempo siguiendo el fútbol, no recuerdo ningún partido precedido de días tan turbulentos. No digo que no lo haya habido, pero no lo recuerdo. Hoy, por 90 minutos al menos, veremos rodar el balón, lo que abrirá un paréntesis en este periodo desdichado que inauguró Rubiales con su conducta impresentable tras la final de Sídney, agravada en los días posteriores hasta límites inimaginables. De lo que no hay duda es de que las jugadoras estaban hartas de muchas cosas, tan hartas que han dicho hasta aquí y con su insistencia han movido una de las piedras sobre las que se asentaba ese organismo enfermo: Andreu Camps.

Sé que hay gente que no entiende a estas mujeres. Yo sí, y también, a lo que se ve, Víctor Francos, que se trasladó a Oliva para mediar y despejó del camino esa piedra principal. ¿De qué se quejan, me preguntan? Se quejan de que siga ahí quien falsificó palabras de Jenni Hermoso en un comunicado, de que sigan allí quienes le instaron en el avión para salir en armonía con Rubiales en el vídeo de Doha, de que sigan allí los ‘enviados’ a Ibiza a seguir presionándola, de que la Federación no hubiera hecho el menor guiño hacia la jugadora hasta ayer. Se quejan de que les hackeen los teléfonos. Y se quejan de un desprecio ancestral.

La Federación es ahora, por obra de su enfado, un hormiguero pisoteado, donde todos se mueven a lo loco. O una ‘Balsa de la Medusa’ de la que Rocha va tirando cada poco alguno al mar (Vilda, Camps, ¿a quién le toca ahora?) para demorar a los escualos. No ha sido, no, la mejor forma de preparar el primer partido de una Liga de Naciones que sólo clasificará a dos selecciones para los JJ OO: poco entrenamiento, poco sueño, mucha crispación y una seleccionadora que ha pretendido ponerlas en riesgo de suspensión. Pero esta tormenta quizá sirva de catarsis para depurar esa Federación hoy abierta en canal con todas las vergüenzas al aire.