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La sospecha se ha apoderado del sistema

Ya no hay remedio: el Barça estuvo pagando generosamente al vicepresidente de los árbitros durante 17 años y se supo. Me atrevo a decir el Barça porque lo hizo bajo cuatro presidentes distintos, todos ellos votados en su día por el censo de socios. El que quiera puede decir que no fue el Barça, sino cuatro sucesivos presidentes, y también estará bien dicho. Cuatro presidentes, cuatro, con la mala suerte de que uno de ellos, bajo el que se incrementó la tarifa, ha vuelto, es el actual y como toda explicación reparte invectivas. E invita al palco a Guardiola, único vivo del santoral barcelonista, en el que le precedieron Gamper, Samitier, Cruyff y Kubala.

Guardiola para lavar la imagen o para prestar una solidaridad cínica, según si se trata de un ‘no me creo nada’, al que se agarran algunos, o el ‘había que hacerlo para equilibrar’, que admiten entre dientes otros. Guardiola en el palco y abajo un Clásico hermoso que ganó el Barça porque le puso más fe, pero que ha dejado un rescoldo de indignación entre el madridismo por la conjunción de un gol a Asensio bien anulado más la escena, repetida demasiado tarde, del codazo espaldero de Gavi a Ceballos, que bien hubiera podido valer una expulsión, todavía con 1-1. Esa jugada transforma de cero a la izquierda en cero a la derecha el gol anulado a Asensio.

El problema es que lo que podríamos llamar ‘accidentalidad arbitral’ ha desaparecido. Los errores arbitrales, o lo que tomábamos como tal cada uno, podían interpretarse como accidentes, golpes de mala suerte, como un tiro al palo. No lo ha visto o se ha acobardado. Pero el VAR ya no permite eso, el VAR convierte cada contratiempo en una sospecha. Ya nadie se conforma y en el caso del Madrid menos desde que hemos sabido lo que hemos sabido. Se duda de las rayas (“encima eran una azul y una roja”, me dijo un amigo), se duda del VOR, esa sala brumosa que dejó a Gavi impune. La sospecha se ha apoderado del sistema.