La sombra sobre Katir
España no gana para sustos de dopaje en este 2024. Cosa fea en año olímpico. Primero fueron los líos de la CELAD, que derivaron en el relevo de José Luis Terreros por Silvia Calzón al frente de la agencia. Luego hemos asistido a las últimas novedades de la Operación Ilex, que confirman las dificultades de este país para que una investigación acabe con condenas penales a los inductores y sanciones administrativas a los consumidores. Y este miércoles tuvimos la suspensión de Mo Katir, el atleta español con más posibilidades de medalla en los Juegos de París. El mediofondista ha sido expedientado por no encontrarse localizable en tres controles en los últimos doce meses, lo que no es un positivo, pero se castiga con la misma sanción.
El caso de Mohamed Katir produce varias sensaciones dispares. La primera, ineludible, es la de sospecha. Si cualquier deportista se ausenta tres veces en tan corto plazo de tiempo, la tendencia es pensar que esconde algo. Y más con los precedentes del deporte español. La segunda está más relacionada con la decepción. Incluso en el caso de que Katir no sea culpable, la cumplimentación correcta del ADAMS debería ser una de sus obligaciones impolutas como profesional del atletismo, al mismo nivel que entrenarse o cuidarse. Y mucho más en un año de Juegos Olímpicos. Hay un tercer supuesto, que nos traslada a su presunción de inocencia. Cabe la posibilidad, como defiende el propio atleta en su comunicado, que todo se deba a algún error administrativo. De hecho, Katir asegura que en alguna de esas faltas se encontraba “disponible en lugar, fecha y horas”. Tiene derecho a esa defensa, como cualquier otro ciudadano, para disolver una sombra que, inevitablemente, se ciñe ahora sobre su excepcional rendimiento. En 2010, el nadador Rafa Muñoz salió exculpado por la FINA en un caso similar. A ello dedicará sus futuros esfuerzos.