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La maldición del triplete

El ciclismo arrastra la leyenda de la maldición del maillot arcoíris, que augura una mala temporada para el ostentador de la prenda, plena de calamidades, al año siguiente de la conquista mundial. Si analizamos el rendimiento de Mathieu van der Poel, que ha completado el doblete Flandes-Roubaix, deducimos rápidamente que estamos ante una superstición basada en casualidades históricas. O que VDP es tan bueno que se impone a las ciencias ocultas. Aunque puede que esta maldición sí tenga alguna explicación más terrenal, como la presión de la responsabilidad, el vértigo al más difícil todavía… O, quizá, que el ciclismo rueda por caminos imprevisibles, que son ajenos al control, por mucho que el deporte actual tienda a medirlo todo.

Algo así le está ocurriendo al Visma, que no levanta cabeza tras su legendaria campaña 2023, en la que redondeó un inédito triplete en las tres grandes con tres campeones diferentes, Primoz Roglic (Giro), Jonas Vingegaard (Tour) y Sepp Kuss (Vuelta), rematado en Madrid con estos tres mismos ciclistas en el podio, en orden inverso. Nada hacía pensar que este año fuera demasiado diferente, ni siquiera la salida de Roglic, que fichó por el Bora, pero una serie de catastróficas desdichas han colocado al bloque holandés en una complicada tesitura. Esta semana comenzó con la confirmación de que la caída de Vingegaard, hospitalizado en Vitoria, ha sido más grave de lo esperado. El Tour de Francia está en peligro para su vigente ganador. Y quizá algo más. Wout van Aert ha anunciado también, en estos fatídicos días, su ausencia del Giro de Italia, aún convaleciente del accidente que ya le privó de los dos Monumentos del pavés. Entre medias, Wilco Kelderman ha causado baja de la ronda rosa. Comparado con los otros dos, es un ciclista del segundo escalón, pero su caso define el cenizo de su equipo. Es la nueva maldición del triplete. La penitencia del año después.

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