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La lección del Etihad

El repaso del Manchester City en el partido de vuelta del año pasado fue un sopetón que dejó temblando a Carletto y al madridismo con la cabeza gacha durante unos días, preguntándose si aquel equipo pacato y amedrentado podía ser el mismo que volaba alocadamente cuando se veía perdido. ¿Qué había pasado? Pues pasó que el entrenador temió una goleada y dejó en bandeja el partido al rival.

El Madrid salió al campo anestesiado, a protegerse, intentando juntar futbolistas en su campo para cerrar espacios a los finos jugadores de Guardiola. Ese es un plan muy arriesgado y para que salga bien, que sale pocas veces, necesitas dos condiciones imprescindibles: una total solidaridad en la presión y las ayudas, algo que no tienen de fábrica jugadores como Vini o Rodrygo, y un nivel físico impresionante, cuando ya ni Modric ni Kroos estaban para correr a morder al rival. El City tuvo un ochenta por ciento de posesión en la primera parte, mareó la pelota como quiso y finiquitó el partido.

El Madrid ha dado un paso físico adelante este año, con el crecimiento de Tchuameni y Camavinga y con la llegada de Bellingham, y esa ventaja tiene que ser aprovechada. Es de esperar que los diez días de descanso que tiene el equipo estén siendo aprovechados para afilar la forma de los jugadores de cara a imponer un partido de ritmo alto, de presión y de anticipación, para impedir que los azules que, además, llegan sin respiro, puedan estar cómodos en su dominio. Si el partido es de altas revoluciones, el City sufrirá mucho al final, como sufrió ante el Liverpool hace dos semanas.

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