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La Itzulia se rompe

El parte médico resultó finalmente más benévolo de lo que presagiaban los temores iniciales, cuando presenciamos con el corazón encogido cómo Jonas Vingegaard era evacuado en ambulancia, inmovilizado y con oxígeno, tras verse implicado en una caída masiva que envió a varios ciclistas al hospital, con Remco Evenepoel como otro ilustre afectado, y alteró el resultado final de la cuarta etapa de la Itzulia, aunque esto último es casi lo de menos. El problema mayúsculo es que esa curva en el descenso de Olaeta, por cuya escapatoria fueron cayendo, en algún caso entre árboles, un ramillete de corredores, uno tras otro, sin colisión entre ellos, nos ha recordado una vez más la fragilidad del ciclista. También su mérito. El deporte de la bicicleta es, sin duda, el que más riesgos asume en competición y en entrenamiento. En el ciclismo, no lo olvidemos, el escudo es el propio cuerpo.

Fuera de este sentimiento general, que podría aplicarse a numerosos corredores en la historia, el accidente pudo haber fracturado igualmente muchas ilusiones de la presente temporada. De entrada, ha oscurecido el centenario de la Vuelta al País Vasco, al enviar a casa a sus tres principales gallos: Vingegaard, Evenepoel y Primoz Roglic. Por momentos se temió que pudiera dar también al traste con ese inédito enfrentamiento cuádruple de estos tres, más Tadej Pogacar, que se anuncia para el próximo Tour de Francia. Las heridas no han sido tan graves, aunque sin duda trastocarán el camino. El equipo Visma sufre así otro duro golpe en su planificación del curso, después del accidente de Wout van Aert en A Través de Flandes que le ha dejado fuera del Tour de Flandes y de la París-Roubaix, dos de sus grandes objetivos del año, y ya veremos si también de su novedoso reto del Giro de Italia. Los ciclistas conviven con esa eterna amenaza. Siempre sobre el alambre.

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