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La fórmula del talento emergente

Y no te olvides de que Yamal cumple 17 años el próximo 13 de julio”. Así terminó su retransmisión de la semifinal la ‘RAI 1′. El partido me ha pillado en Roma pero en cualquier país los comentaristas habrían acabado hablando de los 16 años de la estrella de la Selección española. Lo hizo Tardelli en Italia y Lineker en castellano en la ‘BBC’: “Apunten este nombre: Lamine Yamal”. El gol del adolescente es un sueño. Ha metido el gol más imaginado a la edad confusa pero incorrupta de los 16 añitos. Es soñado por la trascendencia y también por esa fantástica sensación que se queda en el cuerpo del futbolista cuando la pelota hace el giro deseado y el balón se impulsa de nuevo contra el palo para generar más violencia en la red. Lamine hizo honor a los consejos que dice la leyenda que el Maradona seleccionador le dio a Messi: acompáñala un poco más, no dejes que vaya sola. Y Messi se hinchó a meter ese tipo de gol de rosca al segundo palo desde entonces.

La aparición sucesiva de nuevas estrellas es uno de los ingredientes de la inagotable magia del fútbol. En la otra punta del planeta Messi marcó su primer gol del torneo casi de rebote en la semifinal de la Copa América. Hace más de dos décadas Leo era Lamine. Un adolescente que se subía a hombros de Ronaldinho. Parece que la fórmula es tan sencilla como llenar la despensa. Se acaba el tomate, compras tomate, vuelve a haber tomate. Pero cuando no hay con qué llenar la despensa ataca la ansiedad. Los italianos se preguntan qué hace España para sacar tanto talento joven mientras su travesía en el desierto se prolonga sin que aparezcan adolescentes con ganas de comerse el mundo.

Yo tengo una teoría, que es solo mía, y por tanto es perfectamente refutable. España ha incorporado por primera vez a su selección a los hijos de los emigrantes e Italia no. En este fútbol superdesarrollado técnica y tácticamente es indispensable que los jugadores sean capaces de hacer cosas increíbles y muy rápido. Lamine y Nico, nuestros hijos de emigrantes, son capaces de hacerlo. Mbappé también. Musiala también. Arda Güler piensa rápido con pies de seda y cuerpo blando. Yamal es un cable de catenaria. Lo que más me sorprende de su desarrollo son sus piernas, su cambio de ritmo y su fuerza en el choque. Además es resistente mentalmente. Rabiot trató de presionarle con el desagradable juego de las ruedas de prensa y acabó gateando. No se vacila a un chico que vio la última Eurocopa con sus amigos en el centro comercial.

Uno de los últimos grandes nombres de la selección italiana fue Mario Balotelli, hijo de emigrantes ghaneses en Sicilia y criado en adopción desde los dos años. La humildad no estaba en su repertorio y aunque solo tiene 33 años hace siglos que no sabemos ni dónde juega. Lamine además es un diamante mental. A pesar de la importancia del gol no se olvidó de su celebración habitual haciendo con las manos los números del código postal 304 de Rocafonda, su barrio de Mataró, cuya población según datos del INE oscila entre el 15% y el 24% más pobre de España. En la rueda de prensa habló incluso de los peligros de ser mitificado y enseñó una y otra vez la ortodoncia sin complejos. Lamine Yamal es una bendición para la Selección y también para la sociedad.

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