La Copa pasó por Aranda de Duero
Uno de los fuertes del ciclismo es que hace pasar a sus grandes estrellas por cualquier rincón de la geografía, aunque sea fugazmente. Eso sólo lo ofrece el fútbol en contadas ocasiones, gracias a la Copa, sobre todo si se juega con esta fórmula. Cada año tenemos buenos testimonios de ello y anoche lo vimos en Aranda de Duero, donde 9.500 personas colmaron el Juan Carlos Higuero, reforzado para la ocasión con gradas supletorias. Allí jugó el Madrid, que no lo tuvo fácil ante el digno esfuerzo de los jornaleros de la gloria que vistieron la camiseta de la Arandina. Y que se dieron el lujo de cerrar el partido con el gol del honor.
Ancelotti, claro, sacó un equipo reserva, con algunos canteranos de esos que le reclamamos, mientras varias estrellas lo contemplaban desde el banquillo. El grupo de reservas salió con brío e interés, pero el entusiasmo de la Arandina y el campo blando les fueron enfriando. Lástima. Ocasiones así exigen algo más de los jugadores que están en la antesala, eso que Camacho llamó tirar la puerta. No pasó. Güler, absoluta novedad, gustó por su movilidad, su exquisitez a contramano en el campo blando y por un golpe franco lanzado a la escuadra. No era fácil pedirle más en la hora que jugó. De otros sí nos quedó la sensación de oportunidad perdida.
El panorama lo aclaró Brahim en dos minutos, el 54′ y el 55′ cuando se encadenaron un penalti que él mismo provocó y marcó Joselu, y un gol del propio Brahim, que en la primera mitad anduvo perdido y en la segunda se encontró. Pero la Arandina no bajó la cabeza para esperar resignado una probable goleada, sino que siguió con su pelea hasta terminar el partido con su gol, de Nacho en propia meta, pero tras un regate de Cabral a Fran García modelo Garrincha. Para entonces Rodrygo había marcado el tercero, pero la Arandina se quedaba con un resultado digno, una recaudación que cubre el presupuesto de la temporada y una noche inolvidable. Viva la Copa.
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