Koke repartió juego en la gala del AS. Y lo hizo a su manera, como sucede en el Atlético. Aunque esta vez contó con una ayudante de lujo, Beatriz Espejel, su mujer. No tuvo la colaboración de Saúl o de Lemar. Tampoco de Kondogbia. Tuvo la complicidad de su mejor aliada, también atlética por los cuatro costados. Y Koke se mostró en la gala de la misma manera que se desenvuelve en su club. Parece que no estuvo pero sí dejó su sello de humildad y simpatía en el encuentro que tuvo al entrar al hotel con seguidores que aguardaban a la puerta, de cortesía al saludar a Ancelotti, rival con el Real Madrid, de complicidad con el alcalde, Martínez-Almeida, fanático rojiblanco. Parece que no estuvo pero sí porque agradeció el premio que AS le concedió y sonrió de oreja a oreja ante un 2023 que tiene muchos retos tanto a nivel particular como de equipo. Al capitán del Atlético no hace falta explicarle lo que supone este reconocimiento más a su carrera.

El futbolista rojiblanco sintió el respeto de todos y cada uno de los que acudieron al acto. Respeto, cariño y admiración. La pasada temporada no pudo celebrar ningún título, pero un año más siguió defendiendo la camiseta que soñó honrar desde niño. Koke repartió juego. A su manera. Sin levantar la voz. Sin parecer que estuviera. Como en muchos partidos de su equipo. Pero estuvo. Para la satisfacción de todos los presentes. Porque uno no tiene el privilegio de compartir momentos con el jugador que más encuentros ha disputado en la historia del Atlético.