Griezmann desatascó un derbi infernal
Otro derbi para el recuerdo, este no por la perfección del de Riad, que incluyó incluso al arbitraje, sino por su carácter y su autenticidad. Un derbi de siempre, con nervios, dureza, fatiga y alternativas. Lo desatascó Griezmann cuando marcó en la prórroga un gol excelso, caminando como funambulista por la línea de fondo perseguido por Vinicius hasta batir sin ángulo a Lunin, cruzado y por arriba. Un golazo que le instala definitivamente en el santoral de los atléticos más reticentes, esos a los que más les ha costado perdonar su salida al Barça. Luego aún marcaría Riquelme para embellecer el marcador, pero el pase a octavos se le debe a Griezmann.
Por su significación, ya que este partido eliminaba a uno de los dos de la Copa, y por su intensidad, fue un derbi de los que quedan. Una nueva noche grande en este joven Metropolitano que ya va acumulando noches inolvidables. El Atlético ganó porque soportó fases de buen juego madridista, porque se alió con la suerte en dos ocasiones en que, previo rebote en Giménez, le salvó el larguero, porque dentro de sus apuros supo desplegarse y, sobre todo, porque se sobrepuso a su fatiga. Es tan notable que el Madrid tiene más fuerza y fondo físico que la prórroga condenaba al Atlético en todos los pronósticos. Pera esta vez no la perdió, la ganó 2-0.
Por su parte, el Madrid tiene poco que reprocharse. Si acaso Vinicius, que alternó peligrosas jugadas con fases de despiste por apuntarse a broncas. Que si dos balones en el campo, que si este me ha dicho… Ancelotti se desesperaba viendo cómo jugador tan valioso se perdía en líos. Cierto que fue insultado a la llegada al campo, pero esa es cuestión que debe resolverse en otro espacio. Con todo, el Madrid puede presentarse ante su afición con la cara alta, aunque haya perdido su segundo partido de la temporada, de nuevo en el Metropolitano. Para ganar le faltó sólo una cosa: que alguno de sus hombres frotara la lámpara como lo hizo Griezmann.