Gavi y Ansu Fati llegaron tarde
El Clásico proporcionó al madridismo una tarde de felicidad y empujó más al Barça a ese espacio de confusión del que no hay palanca que le saque. Jugó una primera hora en la que todo pareció diseñado por Ancelotti: se iba adelante arriesgando mucho pero no tiene la calidad de otra época como para estar a salvo de pérdidas de balón inconvenientes ni energía para recuperar (y sin Gavi menos) ni defensa para batirse a campo abierto. Su baza gran se supone son los extremos, pero ni Raphinha ni Dembélé hacían nada arriba. El partido estaba donde convenía al Madrid, ideal para las correrías de Vinicius y Valverde, que gozan de buenos lanzadores.
El partido se puso 2-0 con facilidad, ambos goles con el Madrid aprovechando esas debilidades palmarias del Barça. Verlos repetidos en la tele es un ejercicio perfecto para saber lo que no debe hacer una defensa ante una contra. Casi podría decirse que al Madrid le resultó extremadamente fácil llegar ahí. Le bastó esperar a un equipo creado para unos extremos que no rompían por sus costados y contraatacar buscando a un Vinicius que tenía por delante cincuenta metros para correr. Por momentos pareció que el partido podría cerrarse con una goleada de esas que quedan, pero el Madrid no fue por ella: más bien bajó la persiana antes de tiempo.
Y eso le costó un susto cuando Xavi metió cambios, sobre todo los de Gavi y Ansu Fati. El partido se aceleró. Con Gavi llegó la energía y el quite, con Ansu Fati llegó el remate. Se le escaparon dos disparos por muy poco y fue en una jugada suya, tras espectacular recuperación de Gavi, cuando llegó el gol de Ferran Torres. Por un momento el Bernabéu contuvo el aliento, pero un último contraataque acabó en penalti de Eric García, transformado por Rodrygo. Un Madrid ‘en servicios mínimos’, como dijo Álvaro Benito en Carrusel, se llevaba un Clásico que dejó una evidencia: Xavi no ha dado todavía con el equipo que el culé sueña.