Futbolista-portero es hombre al agua
La semana pasada hablé de una jugada singular, la de los cuatro amagos sucesivos de la Real para lanzar una falta con otros tantos realistas en fuera de juego, lo que invalidó el gol directo. Jugada rara, bien fallada. Esta semana hubo otra jugada inusual, cuando Lecomte, en salida alocada, le pegó una patada en el gemelo a Ceballos. El balón, tocado por este, fue a Rodrygo, que marcó en ‘off side’. Melero López anuló el gol, pero el VAR le advirtió de que el desvarío previo de Lecomte le hacía reo de falta grave en ocasión inminente de gol. Era verdad. Sin esa falta, Ceballos se hubiera ido solo a puerta vacía.
Así que falta y expulsión. Me quedé pensando si el VAR se creó para estas jugadas (no han faltado españolistas que vieran planchazo de Ceballos) pero como estábamos ya en el tiempo añadido y 1-2 no le podemos dar carácter decisivo al trance. Lo daremos por bueno. Lo siguiente fue que, expulsado el meta, alguien tenía que ponerse el jersey de otro color. La pregunta era: ¿Había agotado el Espanyol los cinco cambios? La respuesta era no. Pero sí había agotado las tres ‘ventanas’ en las que está permitido hacer cambios. Las viejas reglas se van dividiendo en sucesivas puñeterías que alejan al fútbol de su vieja lógica.
Tiempo atrás no hubo cambios. Hace como medio siglo se admitió el del portero en caso de lesión, por razones obvias. Ahora hay hasta cinco cambios pero, ¡ay! en tres ventanas. De modo que tras el expulsado Lecomte tuvo que ponerse el jersey verde un centralón, Cabrera, para afrontar un golpe franco a un metro del área. Un cheque al portador que acudieron a cobrar varios madridistas, espantados por Benzema, con el balón bajo el brazo: cuando seáis padres, comeréis huevos, parecía decir. Y le coló a Cabrera por su palo un gol que deja en evidencia tanto manoseo del Reglamento, que sólo sirve para degradar el fútbol.