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Folclore”. Así describía Luca Castellini, líder de los ultras del Hellas Verona y dirigente de Forza Nuova, un partido de extrema derecha italiano, los cánticos racistas dirigidos a Balotelli durante un Verona-Brescia hace ya cinco años. Según este sujeto, la afición del Hellas es de natural irreverente y eso les lleva a reírse por igual de los jugadores calvos, de los que tienen melena o del negro. “Pero que no se crean que lo hacemos por política o racismo, ¿eh? Esto es solo folclore y ahí se queda”. Pasan los años, pasan los jugadores, pero los escenarios siguen siendo los mismos. Ya sea en Italia, en Inglaterra o, claro, por supuesto en España, ese país que pese a no ser nada racista nos tiene debatiendo cada quince días sobre el particular.

Los insultos que Vinicius sigue recibiendo, una y otra vez, nos ponen ante un espejo que refleja una imagen despreciable de nosotros mismos. Nos enseñan cuánto deben cambiar las cosas por aquí. Primero, están los que piensan que llamarle mono a un futbolista negro es solo una forma de fastidiar a un rival provocador o una ofensa comparada a desearle el descenso al contrario mientras le enseña el dedo corazón. Después están los que, como Tebas, ven en esto más una cuestión reputacional que de dignidad y derechos humanos. Los que insultan, los que justifican y los que se dedican a hacer equilibrismos tras cada episodio infame, no merecen estar en el mismo barco que los demás. Hay que señalarlos y mandarlos bien lejos.

También me parece de una irresponsabilidad notable que LaLiga o el CSD se pongan a minimizar daños jugando a las estadísticas. Reducir un problema tan grave a números es, como mucho, una forma amable de hacer trampas. “Solo ha habido nueve casos” o “son una minoría” son excusas lamentables. Porque con el racismo, igual que con otros crímenes, las cosas no pasan solo cuando alguien denuncia. Al contrario, cuando alguien denuncia es porque ya se les ha colmado el vaso de aguantar tanta basura. Mientras tanto, ayer en Twitter un tipo me suelta una frase que retrata tristemente la situación. Yo trataba de explicar que ningún aficionado en la historia se ha muerto porque le deseen bajar a Segunda y él me contestó que, si nos poníamos así, tampoco se muere nadie por que le llamen mono.