Fallo multiorgánico en el Madrid
A Xabi Alonso no le ha comprado el plan el vestuario, la plantilla está desequilibrada y falta un líder.


No fue la derrota, que también, sino la deriva lo que tiene a la afición del Madrid en vilo, y escuchadas las opiniones a pie de campo, el fallo apunta a multiorgánico. Xabi Alonso, principal acusado, trajo un plan ambicioso y rupturista, un volantazo, lo que realmente pedía el club: presión alta, recuperación rápida, sacrificio coral y reparto de minutos y de esfuerzos. Una plantilla acostumbrada a otra cosa no se lo compró y le ha puesto mala cara. En movimiento de supervivencia ha acabado aplicando un tratamiento alternativo que se parece inquietantemente al que fracasó la pasada temporada. Y no le ayuda su discurso tibio, opaco y mecánico en las derrotas.
De parte del técnico tampoco está la composición de la plantilla. El club lleva dos años remoloneando con un organizador. Este verano estuvo a tiro Zubimendi y lo dejó escapar. Y en ese papel han sido incapaces de meterse los correcaminos (Tchouameni, Camavinga, Valverde) y los artistas (Güler y Bellingham). A Ceballos, el más adaptable, también le ha venido grande el desafío. Esa carencia contrasta con la superpoblación de laterales zurdos (tres) y de arietes suplentes (dos) cuando Mbappé apenas deja minutos libres. La banda derecha ha quedado en manos de un Mastantuono verde y de Trent, convertido en el hombre invisible.
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Y finalmente está la falta de actitud de los jugadores. Es casi imposible ganar títulos sin un gran portero y un gran delantero, pero también lo es si entre uno y otro hay un enorme vacío. La defensa es una clínica (faltarán ocho de diez ante el Alavés), y por ahí conviene indagar en la preparación física. Bellingham ha caído en una vulgaridad insólita ya sin coartada. Valverde se ha desinflado. Güler nunca ha acabado de inflarse. Rodrygo es un delantero fantasma. Vinicius ha perdido el duende y la insistencia. Y no asoma un líder que agite las conciencias, porque hasta que aparezca el fútbol, si es que alguna vez lo hace, debería ser irrenunciable la rebeldía.
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