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España, Francia e Inglaterra, placer y deber

Jim Calder, buen jugador escocés de rugby en la primera mitad de los ochenta, dijo en vísperas de un encuentro del Cinco Naciones (todavía no había ingresado Italia) contra el vecino inglés: “Ganar a Francia es un placer; ganar a Inglaterra es un deber.” Lo he recordado ahora que venimos de ganar a Francia, qué placer, el mismo que nos dio en mi infancia aquel Tour primigenio, el de Bahamontes, o después los reiterados triunfos de Nadal en Roland Garros. Ganar a Francia es un placer por razones que no pienso detallar entre otras cosas por no incurrir en alguna grosería innecesaria, pero ya nos entendemos.

Ganar a Inglaterra es un deber porque es justo y necesario que prevalezca nuestro fútbol pleno, atrevido, con imaginación, regate, disparo y solidaridad defensiva, “capaz de demostrar que el sufrimiento es sólo una forma distinta de belleza”, hallazgo feliz que le cojo prestado a Rafa Cabeleira. En el fútbol tiene razón el que gana, al fin y al cabo sólo es la continuación de la guerra por otros medios y ya se sabe que la historia la escriben los vencedores. Si España gana, tenderá a ser imitada. Si lo hace Inglaterra, habrá triunfado la conjura tácita de tantos seleccionadores que han viajado a Alemania para aburrirnos.

Fue un placer ganar a Francia también por la forma en que estaban repartidas las cartas. La portada de L’Équipe aquella mañana fue ‘No Pasarán’, sobre la foto de su quinteto defensivo. Nuestras portadas estaban llenas de delanteros. Esa reivindicación del fútbol ofensivo será de nuevo la bandera de España ante una Inglaterra a la que Southgate condena a la cicatería. Los resultados avalan nuestra apuesta y hacen a La Roja favorita. Y aunque un amigo inglés me wasapeó ayer “every underdog has its day” (“todo ‘antifavorito’ tiene su día”, perdonen el palabro)’ no veo forma de no sentirme optimista.