España, en las duras y en las maduras
Georgia no lo puso fácil, como se podía suponer, pero la fuerza de los hechos se impuso y España pasa a los cuartos (el viernes, ante Alemania) con un marcador muy bonito: 4-1. El partido empezó con los georgianos esperando en 5-3-2 y España moviendo bien el balón, con alegría y profundidad. Ya había intervenido tres veces Mamardashvili cuando de golpe hay una salida vertiginosa por la derecha que culmina Kakabadze con un centro al área que Le Normand, en su intento de que no lo alcanzara Kvaratskhelia, intercepta mal perfilado y manda la pelota dentro. Este es el campeonato de los autogoles.
Un gol por detrás, un rival cerrado y un portero crecido. Sonaba a partido cuesta arriba y España se lo complicó un poco más, porque con muchísimo tiempo por delante se puso a jugar de una forma apresurada. Lo mejor del juego de España es un ritmo muy atinado, un fútbol sin prisa y sin pausa, ni premioso ni atolondrado. Pero ese autogol más algunas salidas vertiginosas de Mikautadze y Kvaratskhelia metieron al equipo en nervios. Hasta que se vio a Rodri parar un balón y agitar las manos con las palmas hacia el suelo. Calma, pedía. Y para forzarla, él mismo marcó desde el borde del área con un buen tiro raso.
La segunda mitad fue muy otra cosa, y eso que Kvaratskhelia soltó otro susto, en un tiro de lejos. Pero España se reencontró y marcó tres goles más, salpicados entre nuevas paradas de Mamardashvili, a cuya portería llovieron 13 remates (más 22 que salieron fuera) de los que sólo dejó pasar cuatro. Uno de ellos, el de Nico Williams, extraordinario, digno de Thierry Henry o del mismísimo Mbappé. Un paso más hacia la final, un día menos para el cruce decisivo del viernes. Ninguno de los equipos que hasta ahora ha batido España vale tanto como Alemania, pero tras lo que llevamos visto cabe esperar lo mejor.