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España asoma la patita en el Tour

Después de cien etapas sin victoria española en el Tour, nos han llegado dos casi seguidas, la de Pello Bilbao el martes en Issoire y la de Ion Izagirre ayer en Belleville de Beaujolais. Vascos ambos, feliz coincidencia en un año en que el Tour arrancó en el País Vasco con el conocido éxito de público. Aquella entusiasta entrega de la afición vasca ha sido compensada por estos dos ganadores de etapas preciosas, de corte similar con recorridos del mismo tipo, llenos de relieves, y con escapada nutrida, pero con desenlace distintos: Pello ganó con astucia el esprint final de los supervivientes, Ion cabalgó los últimos 30 kilómetros en solitario.

El Tour es al ciclismo lo que la Champions al fútbol, y tan persistente sequía nos hacía sentir un vacío extremo tras la retirada de nuestra última gran generación, la de Contador, Valverde, Purito… Han mantenido el fuerte como bien han podido Landa y Enric Mas, pero sus nobles esfuerzos no atenuaban la nostalgia. Y a medida que nos caían etapas (y años) sin victoria alguna en el Tour nos íbamos resintiendo, así que nos hemos llevado un par de alegrones que nos quitan un peso de encima y nos permiten disfrutar mejor de lo que queda. Y lo que queda es la segunda mitad del Tour, con unas etapas de aúpa por los Alpes, con un pórtico hoy en el Jura.

Y tenemos a Carlos Rodríguez cuarto en la general, con un ojo en el podio. De él y de Juan Ayuso, que ya ha sido podio en la Vuelta, podemos esperar un magnífico próximo decenio. Ya sé que el Tour es un valor en sí, y bien nos lo explican los franceses, que lo siguen mimando igual a pesar de que va para cuarenta años que no lo ganan. El Tour ha crecido, se ha extendido, y campeones de lugares como Eslovenia o Dinamarca arrebatan el trono a las naciones clásicas, Francia, Italia, España, Bélgica, Holanda… Y es bueno que así sea, pero mejor todavía será ver que los nuestros vuelven a dejarse ver, haciendo honor a una vieja tradición.