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Ese sello copero del Vic-Atlético

Mientras seguimos estremecidos por el desastre que ha sacudido sobre todo a la Comunidad Valenciana, en la que a la desgracia se unen ahora horrorosas escenas de pillaje, que contrastan con las del trabajo denodado y altruista de tanto ciudadano decente, los políticos y el fútbol siguen a lo suyo: los primeros, a culparse mutuamente, el fútbol, a desgranar su recargado calendario, que tenía esta semana reservada para la Copa del Rey en esa fase en la que equipos menores, a veces de rincones desconocidos, reciben visitantes de Primera División. Un bonito contraste y la posibilidad de provocar un terremoto.

No hubo, claro, en la Comunidad Valenciana, donde el dolor taladra el alma y el ritmo de vida tardará mucho en recuperarse. Ayer se aplazaron el Jove Español-Real Sociedad, el Manises-Getafe y el Ejea-Hércules de Copa. Y LaLiga pospone este fin de semana dos de Primera, Valencia-Madrid y Villarreal-Rayo, y tres de Segunda, Castellón-Racing, Levante-Málaga y Eldense-Huesca. Ahora toca estrujar los entresijos del calendario en busca de fechas. En algunos casos será sencillo, pero no el Valencia-Madrid salvo que se acepte el 2 de enero, recortando vacaciones, o que el Madrid no baje del octavo en esta fase de la Champions.

De los de ayer, el partido de Vic fue paradigmático de lo que pueden dar de sí estas jornadas. Un equipo de regional obligó a Simeone a recurrir sobre la marcha a sus vacas sagradas. La ilusión de los muchachos locales, currantes por la mañana, llegados por una vez en autocar alquilado, y no cada uno por su cuenta, porque la ocasión lo merecía, echaron el resto en su campo de césped artificial ante un público fervoroso, apiñado en gradas desmontables. Estuvieron vivos hasta un penalti un poco ful que les dejó 0-1 y con diez. Cayeron finalmente por 0-2, ambos de Julián Alvarez, pero vivieron algo inolvidable.