En Mestalla hubo de todo menos racismo
¡Qué partido en Mestalla! Venía precedido de turbios augurios por el recuerdo de los sucesos del curso pasado, de los que el Valencia salió con sensación de haber sido tratado con injusticia. Allí no pasó más de lo que venía pasando en todos los campos, una persecución a Vinicius adobada de cánticos racistas, pero ese día reventó el grano. Vinicius señaló a uno de sus ofensores, que fue expulsado, y líos posteriores, con expulsión del propio brasileño, denuncia equivocada por parte de Ancelotti de que el insulto racista fue colectivo, intervención de Lula da Silva y demás, dejaron a Valencia como singular espacio racista. Y costó el cierre de una grada.
Eso explicaba la excitación ayer, que desembocó en un partido áspero y muy competido, cargado de ruido y furia, pero felizmente carente de vocerío racista. Un partido de los de antes, en los que en la primera mitad el Valencia sacó rendimiento a su sobreexcitación con dos goles en los que algo colaboró el Madrid, que trataba de bajar el ritmo y se pasó de hipotenso. Sólo que, ya llegando el descanso, Vinicius marcó, tras lo que recogió el balón, se fue al centro del campo y se encaró con el fondo de los insultos (anoche le llamaban tonto, ya que no mono) y levantó el puño, al modo de Tommie Smith en México-68.
La segunda mitad la marcaron otro tanto de Vinicius, salvado tras revisión milimétrica del VAR, la lesión grave de Diakhaby, que acercó a todos los jugadores en el dolor por el compañero caído, un penalti en el área de Lunin descartado en la revisión, y la traca final de Gil Manzano que tras permitir al Madrid sacar un córner con el tiempo ya vencido pitó el final justo cuando tras un rechace Brahim se apresuraba a centrar el balón que Bellingham mandaría a gol. Gil Manzano había anunciado antes del saque que ese sería el acto final, pero luego retrasó el pitido lo justo para que se iniciara una segunda jugada y se armara un lío que acabó en expulsión del inglés.