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Elogio a la sencillez

El jueves por la noche, después de la clasificación del Sevilla para la semifinal de la Europa League, le preguntaron a José Luis Mendilibar sobre lo que le había dado al equipo andaluz para volver a la senda del éxito. La respuesta del entrenador me encantó: “La sencillez, imagino, no pido cosas raras”. Ahí reside la grandeza, tanto en la forma como en el fondo del mensaje. Y, por supuesto, me hizo pensar en mi querido Carlo Ancelotti, que hubiera podido decir exactamente lo mismo. Igual que Vicente del Bosque o Zinedine Zidane. Recuerdo lo que me confesó un día mi compatriota poco después de ganar con el Madrid su segunda Champions: “Cuando era jugador no me gustaban los entrenadores que hacían largos y complicados discursos, así que, ahora que soy entrenador, no lo hago. Al futbolista hay que darle una frase con dos ideas muy claras, no más. No aburrirle con numerosos conceptos”.

Cuando un entrenador les pide “cosas raras” a sus jugadores, busca que, ante todo, se vea su mano en el juego, pretende lucirse. No hace falta que dé nombres ni apellidos. Los entrenadores de la sencillez (que no significa menos creatividad) quieren poner a los futbolistas en las mejores condiciones para que ellos mismos puedan expresar su talento. Tal y como ocurre en el arte, en el fútbol la sencillez es bella y requiere mucho trabajo y mucha abnegación.