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El verano, los fichajes y la fortuna

El verano es sinónimo de vacaciones y, en el terreno futbolístico, de fichajes. A menudo pensamos en los traspasos como operaciones sofisticadas, donde no hay cabos sueltos y no se deja nada a la improvisación. Y ciertamente, en ocasiones alguna contratación se parece a una precisa intervención quirúrgica en la que simultáneamente trabajan agentes de futbolistas, scouters, clubes, entidades bancarias, patrocinadores, empresas de marketing deportivo, incluso personajes de la política.

Sin embargo, si el fútbol constituye un espejo de la realidad —en mayor medida que otros deportes—, es porque el azar juega un papel tan importante como los méritos, el esfuerzo o la planificación. No solo durante el partido, también en los fichajes. Joaquín Parra me cuenta cómo pasó del Atlético de Madrid al Real Madrid el último día de agosto de 1989. En su día, aquello se relató como una calculada vendetta del presidente Mendoza porque Jesús Gil, su homólogo en el Atleti, había intentado hacerse con los servicios del madridista Losada. Pero Parra reconoce que concurrieron una serie de inesperadas casualidades. El azar quiso que, cuando había salido para pasear a su perro, se encontrara en la calle con Míchel. El madridista trasladó a Toshack lo que le había contado Parra: que Clemente no le quería en el Atleti. Gordillo, con el que Parra había coincidido en el Betis, medió también, y fue él quien le llamó por teléfono: “Parrita, está hecho”. En 48 horas, el jugador se mudó del Calderón al Bernabéu.

Los aficionados madridistas recuerdan que aquella temporada se ganó la quinta Liga consecutiva, se batió el récord de goles —107— y Hugo Sánchez metió 38 tantos, igualando la marca de Telmo Zarra. Pero Joaquín Parra no olvida que la fortuna le guiñó el ojo el último día de las vacaciones de verano, cuando faltaban 48 horas para que comenzara el campeonato. Si no hubiera vivido en la misma urbanización que Míchel, si no hubiera tenido perro, si el can no hubiera sentido en ese preciso instante sus imperiosas necesidades fisiológicas…

Cuando el último fichaje de turno bese el escudo de su nuevo equipo en su presentación y nos cuenten los intríngulis de una precisa y compleja operación, buscaré a ver si hay por allí una señora tapándose la boca para que no se le note la risa. La diosa Fortuna está siempre presente, aunque no sea fácil de reconocer.