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El ventilador atómico y el brasileño silbante

Una curiosa paradoja presidió la victoria del Madrid sobre el Mallorca, equipo defensivo que busca la permanencia en Primera con un modelo que requiere pocos goles a favor y muy pocos en contra. Equipo experto, con varios jugadores más que curtidos en campeonatos europeos, dirigido por Javier Aguirre, clásico entre los clásicos de la Liga española. Para el Real Madrid fue un partido extraño: no le funcionó lo académico para doblegar a la espesa malla defensiva de su rival y, sin embargo, encontró el éxito en una fastuosa conducción de Valverde y dos de Rodrygo. En los tres casos, los remates estuvieron a la altura de la belleza de las jugadas.

El Mallorca ocupó el espacio entre los vértices del área grande con cinco jugadores. Por delante, otros cuatro se encargaron de impedir espacios libres entre las dos líneas. Los costados quedaron abiertos para los centros, de éxito difícil por la muchedumbre de defensores en el área del equipo balear.

De explorar alguna ocasión en el área de Courtois se encargaron Kang-In Lee y Muriqi, un delantero a la antigua, fortísimo, cabeceador, intimidante en el choque. Parece sacado de un capítulo de Juegos de Tronos. La relación entre el zurdo coreano y Muriqi es sencilla. Consiste en colocarle centros para que imponga su corpachón a los defensas. Mendy se durmió en un saque de falta y el tanque albanés no desaprovechó la ocasión.

El Madrid tardó en entrar al partido, si es que lo hizo en algún momento. Esta vez dependió de las arrancadas de un centrocampista potentísimo -Valverde- y de un poético brasileño: Rodrygo. Sorprendió que en un encuentro sin apenas espacios para moverse, con todo el personal congregado en el área del Mallorca y sus alrededores, los goles del Madrid estuvieran precedidos por unas conducciones largas, sin respuesta adecuada en la defensa del equipo balear.

Valverde dejó para el recuerdo una cabalgada impresionante, 50 metros a todo trapo después de recoger un saque con la mano de Courtois. Faltaba un minuto para el final del primer tiempo y nadie -ni los jugadores del Mallorca y probablemente tampoco los del Madrid- estaba preparado para lo que ocurrió. Valverde arrancó en su campo y voló, dejando atrás rivales como si fueran estacas. El zurdazo final, a la carrera, multiplicó la belleza del gol, uno para el archivo de highlights de los últimos años.

El centrocampista uruguayo llegó al Madrid hace años, promocionado por Ramón Martínez, que le tenía una confianza absoluta. Valverde tardó en mostrar las señales que ahora son evidentes. Pasó por el Depor y no dejó huella. Regresó al Madrid sin ningún ruido, un jugador de complemento en el mejor de los casos. Hace tiempo que se ha retirado esa etiqueta. Valverde es titular por derecho, con una influencia creciente en el equipo y un despliegue que impresiona. Es uno de los mejores ventiladores del fútbol mundial.

Rodrygo todavía se encuentra en proceso de crecimiento, salpicado por sus habituales proezas en la Copa de Europa, donde ha arreglado desperfectos que parecían no tener solución. Frente al Mallorca comenzó en la derecha, sin impacto en el juego. Ancelotti le trasladó a la posición de Hazard en el segundo tiempo y allí se agigantó el delantero brasileño.

Hazard ofreció destellos en Celtic Park, pero su caso empieza a ser desmoralizante. El cuerpo no le aguanta acciones que en su mejor época, cuando era uno de los futbolistas más cotizados del mundo, provocaban alarma en las defensas rivales. Rodrygo envió un mensaje que el Bernabéu recogió con agrado. Sin Benzema, es el jugador con más cualidades para ocupar su puesto.

Dos espléndidas internadas de Rodrygo entre los estupefactos defensores del Mallorca acabaron en gol. Vinicius añadió la guinda con un regate y una definición perfecta. Rodrygo cerró cualquier posibilidad de debate en el tercer gol, uno cargado de delicadeza, pausa, aceleración, engaño y elegancia en el toque definitivo. Un gol suave y silbante como la brisa. Dos jugadas para enamorar al personal y acreditarse como la alternativa más solvente a Benzema.