El Tour por Francia
Después de tres años consecutivos partiendo desde el extranjero, desde Copenhague, Bilbao y Florencia, e incluso acabando en Niza en el olímpico 2024 en lugar de en la tradicional París, el Tour de Francia recupera sus costumbres para celebrar una carrera íntegra dentro de sus fronteras del Hexágono. El recorrido de 2025 acogerá una jornada clásica por los Pirineos, con el Tourmalet, el Aspin, el Peyresourde y final en Superbagnères, una candidata a etapa reina junto a otro exigente trayecto por los Alpes, con el Glandon, la Madeleine y el Col de la Loze, que servirá de revancha para Tadej Pogacar, que pasó allí su peor calvario profesional en 2023 ante el empuje de Jonas Vingegaard. Estos dos días suman más de 5.000 metros de desnivel acumulado. Dos grandes etapas completadas por un gigante tradicional: el Mont Ventoux. Son tres citas de ensueño, aderezadas por una contrarreloj de 33 kilómetros en Caen y una cronoescalada de 11 km en Peyragudes, además de otras dificultades montañosas como las llegadas a Hautacam y La Plagne, o el siempre peligroso paso por la media montaña del Macizo Central.
El mapa presenta grandes posibilidades para otro paseo victorioso de Pogacar, para una dulce venganza de Vingegaard, para la penúltima oportunidad del veterano Primoz Roglic, o para el valiente crecimiento de Remco Evenepoel. Queda mucho para adelantar el guion. Y mucho más para hacer cábalas con el desenlace. Tardará en conocerse incluso en julio, porque la dureza decisiva está volcada en la segunda mitad. Estos ciclistas revoltosos e hiperactivos de la nueva ola seguramente no sabrán contenerse en los muros y las trampas de la parte inicial, buen terreno para las guerrillas, aunque en realidad nada debería estar decidido hasta la recta final. O eso parece la intención de este Tour por Francia. En la vuelta a su esencia.