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El sueño del niño Carlitos

En estos últimos días ha retomado actualidad la imagen de un niño que soñaba con ganar Roland Garros. Era un niño de 12 años, que jugaba un torneo alevín organizado por Longines debajo de la Torre Eiffel, en paralelo a la celebración del Grand Slam, que en aquella edición ganó sorprendentemente Stan Wawrinka. Hasta esta fecha, era el último tenista que había levantado la Copa de Mosqueteros sin llamarse Rafael Nadal o Novak Djokovic. Aquel muchacho ya mostraba maneras, igual que otros como Holger Rune, pero todavía faltaba un mundo para que pudiera luchar en los escenarios estelares del ATP Tour, aunque seguramente bastante menos de lo que esperaban su entorno, él mismo, y la lógica del tenis. En aquel 2015, un periodista español, Goyo Ibort, grabó un vídeo que hoy toma una dimensión histórica. “¿Cuál es tu torneo preferido?”, le preguntó. “Roland Garros”, respondió sin titubear. “¿Cuál te haría más ilusión ganar?”, insistió. “Roland Garros y Wimbledon”, añadió el chaval. Dicho y hecho.

Este 9 de junio de 2024, nueve años después de soñar en voz alta, Carlos Alcaraz ha cumplido el objetivo. En 2023 reinó en la hierba del All England, tras una trepidante final ante Novak Djokovic. Y este domingo se ha coronado como nuevo rey de la tierra en París, tras otro vibrante partido a cinco sets ante Alexander Zverev. Si esto fuera poco, también tiene un US Open, el que conquistó en 2022 frente a Casper Ruud, su primer major, y que le convirtió en el número uno más joven de siempre, un registro que ostentaba hasta entonces Lleyton Hewitt. No es su único récord de precocidad. Ahora también es el jugador con menos edad que encadena tres grandes en tres superficies diferentes: dura, hierba y tierra. Por ese orden. Su antecesor fue Andre Agassi, un ilustre que consiguió completar los cuatro torneos del Grand Slam. A Carlitos le falta el Open de Australia. ¿Por qué no en 2025? Pase lo que pase de aquí al final de la temporada, Alcaraz ya puede presumir de haber ganado un grande cada año desde que tenía 19. No hacía tanto que soñaba como un niño.

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