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Un Pelé del Siglo XXI.- Ya sé que ‘O Rei’ es uno de los tres mejores jugadores de la Historia, junto a Di Stéfano y Maradona, pero lo bueno es que Brasil sigue generando futbolistas con un don especial para hacer de este deporte un jogo bonito. En una tarde en la que faltaban Benzema, Vinicius y Asensio, Rodrygo ‘Goles’ volvió a presentar su candidatura al Star System del fútbol mundial. A sus 22 años, el genio de Osasco evidenció una progresión imparable, traducida en un doblete fantástico que demuestra la gran variedad de registros que posee el paulista de oro. Abrió su caja de Pandora con un gol de falta directa, que dejó con el molde a Bono al no esperarse un lanzamiento por su palo. Pero el gol delicatessen se lo dejó el chaval para el segundo acto del partido. Una contra maravillosa que culminó con un zig zag letal en el área que rompió las caderas de Suso y Montiel. Gol digno de un crack sin fronteras, de un futbolista cuyo yogur y su talento no tienen fecha de caducidad. Las ausencias de Vinicius y de Karim nos permiten ver la dimensión auténtica del 21, un delantero tridimensional que puede jugar con garantías y pleno rendimiento en los tres puestos de ataque. Ancelotti le sentó en el minuto 81 y con cariño le explicó que tenía que cerrar el partido, pero el chaval quería el hat-trick. Ambicioso y ganador: Rodrygo.

Sobró Acuña.- En un partido jugado con bravura y limpieza a partes iguales, tuvo que aparecer el espíritu canchero mal entendido de Acuña para ensuciar una recta final de partido con una tensión que no venía a cuento. A falta de Vini, el lateral argentino buscó el enemigo en el espíritu verdiblanco de Ceballos, que nunca ha negado su amor por el Betis. Acuña se inventó un derbi sevillano que no acabó en lesión grave del utrerano por unos centímetros. Roja de catálogo. Y luego Jordán y Montiel siguieron con la gresca buscando las cosquillas a Dani, que no es de los que pone la otra mejilla. Hasta Soto Grado, un árbitro mediocre al que han hecho internacional con 40 años (“eso lo dice todo”, como reflejó sabiamente Iturralde en El Carrusel), se contagió de la ponzoña final alargando nueve minutos el partido de forma absurda. El riojano destrozó la Liga con sus errores en el Clásico del Camp Nou. El que no vale para esto, jamás debería tener premio.

El subcampeonato.- Puedo prometer y prometo, como decía Adolfo Suárez en sus míticos discursos durante la Transición, que me importaba un pepino acabar segundo o tercero en esta Liga tortuosa de nunca jamás. Pero he tenido que aguantar estas semanas a tantos amigos atléticos empeñados en restregarme por la cara que iban a terminar segundos (¡yo flipo!), que he terminado por festejar la posibilidad de concluir la trama con la medalla de Plata colgada al cuello. No es para presumir. Somos el Madrid y eso es síntoma de fracaso. Pero evitar a los atléticos la alegría de irse a Neptuno para festejar un subcampeonato tiene su gracia. Solo falta ganar al Athletic en el Bernabéu para consumarlo.

El sevillismo.- Ancelotti se esmeró en recalcar que la afición del Pizjuán estuvo muy bien valorando la semana de la que veníamos. Le felicito porque hay que ser justo. Quitando la calentura final con Ceballos, Nervión se olvidó esta vez de odios atávicos y se dedicó a animar a los suyos a cuatro días de la final de Budapest, en la que todos deseamos su triunfo para traer la Séptima a España. El camino iniciado debe servir para el futuro. Se puede silbar al rival, pero no insultarle con odio. Vamos mejorando. Y este triunfo en el Pizjuán, que sabe muy bien, va por Antonio Naranjo, padre del presidente de la Peña de El Morell (un gran madridista), y Ousman ‘Lampard’, un senegalés entrañable de Entrevías.