El que mete gana
En una de mis viñetas favoritas de Peanuts el bueno de Charly Brown se lamenta de que, por mucho que se esfuerce en el campo de béisbol, siempre termina perdiendo. Schroeder pone una mano en su hombro e intenta darle ánimos, argumentando que esas primeras derrotas te preparan para lo que viene después en la vida. Al preguntar Charly qué es lo que viene después en la vida, Schroeder sentencia: “Más derrotas”.
Creo que ya he expresado por aquí la pereza que me dan los coaches y la reticencia que tengo en general a los discursos que pretenden extraer lecciones del deporte para aplicarlas a la vida. No es que no crea que tienen parte de razón, sino que suelen ser forzados y exagerados. Muy bien, el equipo pequeño venció al gigante en el último minuto, pero, ¿cómo aplicar eso el lunes a las siete de la mañana?
Hay, sin embargo, una lección que sí creo que es fundamental y que habita en el corazón de la práctica deportiva misma. A saber, que sea cuales sean las circunstancias a las que nos enfrentamos, hay que seguir adelante, reformulando nuestros objetivos y metas acorde al momento que vivamos. Que quien soñamos con ser cuando éramos niños no sea la vara que nos juzgue hoy, que nuestra felicidad no dependa de metas inalcanzables.
Uno de mis documentales de fútbol favoritos es Next Goal Wins. Cuenta la historia de la primera victoria en toda su historia del último clasificado del ranking FIFA, la Samoa Americana. El título en inglés hace referencia a esa regla por la cual los partidos de fútbol callejeros se terminan con el grito “el que mete gana”, una preciosa manera de reiniciar el juego. Sin embargo, aquí tradujeron el documental como El peor equipo del mundo. No hace falta señalar la enorme diferencia simbólica entre un título y otro.
El otro día, viendo el Almería-Athletic, pensaba en lo difícil que ha de ser para el colista, para cualquier colista de una gran liga, salir al campo manteniendo la fe en el milagro a final de temporada. Pero me dije también que la única manera de conseguirlo es no rendirse, bajo ningún concepto, y ponerse metas inmediatas. Sea cual sea el resultado, un gol, solo uno, el siguiente. Es decir, repetirse una y otra vez que el que mete gana.